AÑO DE FUERTES REFORMAS

Las batallas del gobierno

Por Nicolás Tereschuk*
A lo largo de este año el Gobierno tomó una serie de medidas estructurales que llevaron a fuertes pujas por el poder. ¿Podrá el Gobierno cambiar su modalidad de cara a un año electoral como el próximo?
(AFP / Daniel Garcia)

El 15 de agosto de 2011, tras la celebración de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) –donde la presidenta Cristina Fernández superó el 50% de los votos y se impuso en todo el país a una oposición atomizada–, comenzó un período muy especial para la Casa Rosada, en el cual el próximo 7 de diciembre parece ser una fecha clave.
Durante lo que podría denominarse un año largo no electoral, el proyecto político kirchnerista encaró una serie de reformas y tomó ciertas decisiones que tienen algunas características en común. Por un lado se vinculan con problemáticas estructurales para el país e impactan, aunque no sólo en ellos, en actores sumamente poderosos. Además, las estrategias encaradas por el Gobierno para enfrentar esas problemáticas no proveen votos de manera inmediata para el oficialismo e, incluso, pueden llegar a provocar una fuga de sufragios en el corto plazo. Por último, el Gobierno encara cada una de esas decisiones como si de ellas dependiera su supervivencia en tanto proyecto político.

1. La primera de estas batallas tuvo que ver con la fuga de divisas y los controles cambiarios. En 2011, en un contexto de altas tasas de crecimiento, Argentina sufrió una fuga de divisas que duplicó a las de 2010 y que resultó apenas algo menor a los 23 mil millones de dólares con los que los argentinos formaron activos en el exterior en el año 2008. En octubre de 2011, el Gobierno anunció que las compras de dólares requerirían de una autorización previa de la AFIP. Así, entró en una dinámica de controles cada vez más estrictos que finalizaron en julio pasado con la Comunicación A 5318 del Banco Central, que oficializó la prohibición de comprar dólares para ahorrar.
En ese contexto, la gestión de la presidenta Cristina Fernández, con un amplio respaldo en el Congreso que incluyó apoyos del oficialismo y de la oposición, modificó por ley la Carta Orgánica del Banco Central y desmontó una de las piedras fundamentales de las políticas neoliberales en Argentina. Así, al tiempo que redujo el ritmo de la fuga de divisas, el Ejecutivo ganó en estabilidad política, restándole resortes de veto a los grandes jugadores del mercado financiero.
El costo en términos electorales de esta jugada está aún por verse: los sectores enojados con la Presidenta, que se expresaron en los distintos cacerolazos durante este año, tuvieron como uno de sus factores aglutinantes los controles a la compra de divisas en el mercado oficial. Si bien es sabido que el dólar oculta la “economía negra” de sectores de altísimo poder adquisitivo en el país, no es menos cierto que si pudiéramos fotografiar desde un satélite las decenas de miles de casitas con un automóvil propio en la puerta o en el garage en el no siempre glamoroso primer cordón del conurbano estaríamos espiando a familias para las cuales la compra de dólares y el ahorro en divisas es una práctica habitual y conocida, que consideran legítima y legal. ¿Qué decidirá esa franja social en cada una de las grandes ciudades del país cuando lleguen los comicios legislativos del año próximo? Esto aún es parte de un rompecabezas en el que la cuestión del “dólar” aportará algunas piezas.

En paralelo a esta batalla por las divisas corrieron los controles a las importaciones, que derivaron en una abrupta caída de las mismas y en el logro, con algo de juego brusco por parte del Gobierno, de la meta de superávit comercial prevista para este año.
Para evaluar las distintas estrategias encaradas por la Casa Rosada a partir de las elecciones primarias de 2011 es preciso tener en cuenta algunos datos de coyuntura. Por ejemplo, el hecho de que el volumen de producción de la poderosa industria brasileña comenzó a descender desde un pico alcanzado en abril del año pasado; ello en el marco de una caída de la que recién el mes próximo podrá evaluarse si tocó un piso.

2. La segunda de las batallas en las que el Gobierno sintió que se jugaba su supervivencia en el mediano plazo ha sido la nacionalización de YPF. Prácticamente despojada de retórica nacionalista, la presidenta Cristina Fernández lo explicó con la ayuda de un powerpoint: luego de 17 años, el país enfrentó en 2011 un saldo comercial deficitario de más de 3 mil millones de dólares. Con gran respaldo legislativo, nacionalizó las acciones en poder de Repsol. Así el Estado tomó el control operativo de la compañía, manteniendo su estatus de Sociedad Anónima. Se trató de una medida que, a pesar de ser simpática para amplios sectores sociales, no provee votos en lo inmediato, como sí lo haría una administración que ponga de pie a la compañía y dote al país de divisas, más empleo de calidad y combustible a buen precio. Nuevamente, se trata de una medida estructural, no pensada en términos electorales y que deja fuera de carrera a un actor importante en la política y la economía argentinas, como ha sido en la última década la compañía Repsol.

En ese contexto, y en el marco del primer semestre de un año difícil en términos económicos, el Gobierno optó por ir con pie de plomo en otra batalla antipática que amagó dar: la de los subsidios a los servicios públicos. Allí sólo quitó fondos para algunas actividades y zonas de altísimo poder adquisitivo, y ensayó una invitación a una renuncia voluntaria que no dio grandes frutos en términos concretos.

3. La tercera batalla de este año largo no electoral quizás sea la que le ponga punto final a este período. Aún está por verse. En mayo pasado, la Corte Suprema mencionó el 7 de diciembre como fecha límite en torno a la disputa judicial que el Grupo Clarín mantiene sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Saliéndose de su habitual estilo, en el que la sorpresa es un elemento central, el Gobierno adoptó la fecha y la planteó como límite para comenzar a aplicar la adecuación de licencias que, según la norma, debería afrontar el Grupo. Se trata, una vez más, de una acción que la Casa Rosada encara para herir a un actor político-económico muy poderoso, en el marco de una estrategia que no le brinda apoyos electorales inmediatos y que, incluso, puede introducirla en una zona de turbulencias político-mediáticas de aquí a fin de año, e incluso aún más allá.

Este año ha dado también espacio a una serie de disputas políticas paralelas a las ya mencionadas, que involucraron choques con Hugo Moyano, Mauricio Macri y Daniel Scioli. En los tres casos el oficialismo optó por planteos fuertes y muy poco negociadores que llegaron a trasladarse a “la calle”. Con Moyano, se trató de una disputa por un paro de camiones que casi amenaza con el desabastecimiento energético; con Scioli, del pago del medio aguinaldo en la Provincia de Buenos Aires, y con Macri, la disputa tuvo como telón de fondo un paro de subtes que afectó a decenas de miles de porteños y bonaerenses. La potencia de ese tipo de choques, ausentes en el período 2010-2011, también estuvo enmarcada en meses de movimientos que no buscan precisamente seducir votantes por parte del oficialismo, aunque sí delinear el mapa de poder del país.

¿Será el 7 de diciembre el comienzo de un cambio de estrategia para el Gobierno nacional? ¿Entrará el oficialismo a partir de entonces en una modalidad de seducción de sufragios más propia de los años impares en la Argentina? En ese caso, ¿le resultará simple abordar un cambio de modalidad? ¿Podrá sostener y consolidar en ese contexto una base social “incondicional” y sumarle votantes que puedan resultar atraídos o que sigan sin visualizar en la oposición opciones consistentes? ¿Logrará montarse sobre la dinámica económica algo más benigna de un 2013 al que distintos analistas enrolados en la oposición ubican al menos en un 3,5% de crecimiento? De aquí a fin de año comenzarán a registrarse las primeras señales que indicarán si estas preguntas están o no correctamente planteadas para entender un poco más de lo que ocurre en la siempre turbulenta política argentina.

http://artepolitica.com/

* Politólogo (UBA) y magíster en Sociología Económica (IDAES-UNSAM). Se desempeña como docente en la carrera de Ciencia Política de la UBA y de posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y en FLACSO. Es uno de los editores del blog Artepolitica.com y columnista en la agencia Noticias Argentinas. Publicó El príncipe democrático sudamericano. Liderazgos presidenciales en el siglo XXI en la región (Eduvim, 2015), en coautoría con Mariano Fraschini.

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