“SEGURIDAD” EN LAS FAVELAS Y NEGOCIOS INMOBILIARIOS

El gran Monopoly en Río de Janeiro

Por Jacques Denis*
Río será sede del Mundial de Fútbol en 2014 y de los Juegos Olímpicos en 2016. Como anfitriona, deberá mostrarse como la cidade maravilhosa que presume ser. Pero la “pacificación” de las favelas y la especulación inmobiliaria son la otra cara de la fiesta.   

Principios de septiembre de 2012. Es la misa mayor del Brasil catódico: cada tarde, el país vibra con los enredos de “Avenida Brasil”, la telenovela que, desde hace seis meses, enfrenta a la morena Rita con su madrastra, la rubia Carminha. Rita creció en la zona periférica popular de Río, abandonada por su madrastra que vendió la casa del padre, muerto sobre la Avenida Brasil, símbolo de ese país desigual. Detrás de esta intriga, de las más básicas, se trama una historia muy diferente: “Es la preparación psicológica de una parte de la población, la clase media de los bellos barrios de la zona Sur de Río, para el hecho de que pronto va a tener que mudarse a la zona Norte”, analiza Eduardo Granja Coutinho, profesor en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Federal de Río. Si esto es verdad, entonces un fenómeno de la sociedad televisiva puede esconder otro, menos virtual: la explosión de precios que hace de Río un inmenso Monopoly. ¿Acaso no se llama Meu lugar una de las cortinas de la serie?
Instalarse, ése es el tema del momento en Río. En la playa, en el colectivo, en las cenas, no se habla de otra cosa. La fiebre especulativa hace subir desde hace ya varios años  los precios poco a poco y, de paso, la presión sobre los cariocas, que ahora destinan gran parte de su presupuesto a ello. Entre enero de 2008 y julio de 2012, Río sufrió un alza de los precios del 380% en la venta y un 108% en el alquiler. A quienes no les alcanzan los medios piensan incluso en mudarse a barrios donde antes no se animaban a poner los pies, esas favelas que las autoridades se propusieron “pacificar” metódicamente –y con firmeza, ya que hay que preparar el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, los dos eventos que Río acogerá–.

Una ciudad en mutación

Vidigal es un morro conocido por todo carioca, situado frente al mar, en la continuidad de Leblon e Ipanema. El 13 de noviembre de 2010, las Unidades de la Policía de Pacificación (UPP) tomaron posesión del lugar. Desde entonces, la situación cambió. Hace un año, los chicos andaban con calibres gruesos; hoy, uno se cruza todo el tiempo con policías sobre la Estrada do Tambà, la arteria principal y única vía de acceso a esta maraña de vericuetos asfaltados. No es el único cambio visible: “La recolección de basura funciona y la electricidad también. Incluso hay un cajero automático en tres idiomas… Volvieron los servicios públicos”, constata el capitán Fabio, responsable de la UPP local. Y, a juzgar por los carteles que anuncian demoliciones y trabajos, también se anuncian otros cambios en esta fiebre de expansión inmobiliaria.
En la asociación de habitantes del barrio, la gente se alegra por esta vuelta al orden. Pero el presidente Sebastião Alleluia señala algunos peligros: “Hoy nos movemos en una nueva realidad, ya que nuestros terrenos son codiciados por los inversores. Actualmente la presión es inmobiliaria, y la especulación nuestra realidad. Pero esto no es sino el principio: desembarcan brasileños, y, sobre todo extranjeros, impulsados por la crisis europea y atraídos por el potencial de nuestros barrios. Un departamento en dúplex ubicado en el bajo Vidigal, que hace un año se estimaba en 50.000 reales, se vende hoy en ¡250.000 reales!”. Una investigación de la Fundación Getúlio Vargas indica que, desde el primer año de la pacificación, la suba de los alquileres fue un 6,8% superior a la de otros barrios de Río.
Vidigal es el último lugar de moda, un poco como lo fue el morro Santa Teresa a principios de los años Lula (2003-2010): un barrio popular ocupado ahora por artistas llegados de todo el mundo, de quintas superprotegidas, de pousadas y de restaurantes modernos. Menos de un año después de la pacificación, la favela por donde no era bueno transitar recibe ahora a los hijos e hijas de buenas familias que vienen aquí a descarriarse. Organizan, por ejemplo, las noches “Luv”. El término (cercano a “love”, “amor” en inglés) permite adivinar el programa de estas citas de clubbers noctámbulos: DJ modernos hacen temblar las paredes en lugares contratados y todo el mundo se junta en la puerta. Nada que ver con los bailes funk de antes de la pacificación, a los que la juventud dorada no se aventuraba. Hoy, es a la inversa: la entrada paga –hasta 80 reales (o sea un séptimo del salario mínimo mensual)– es prohibitiva para muchos bolsillos.
Guti Fraga, director de la asociación Nós do Morro, quien se instaló en 1986 en este morro para desarrollar un proyecto de integración por medio de la cultura, vivió también esos años en que cohabitaban el barrio –que se reconocía por su servicio de vías públicas y sus viviendas legales, y que estaba autentificado como tal por la municipalidad– y la favela, zona “fuera de catastro”, cuyas chapas rojas poco a poco despojaron del verde al morro. Al lado de Leblon, la favela Praia de Pinto fue incendiada en 1969 para expulsar a los cerca de 20 mil pobres que vivían allí, reubicados en complejos de viviendas sociales como la siniestra Cidade de Deus.
En Vidigal, volvió la amenaza, y su Caballo de Troya se llama pacificación. Y Fraga señala el restaurant francés que abrirá aquí próximamente: “¿será para la gente de aquí?”. El proyecto de hotel cinco estrellas, “¿recibirá a la gente del Nordeste [la región pobre de donde es originaria la mayoría de los habitantes de Vidigal]?”. Y el albergue de la juventud, situado en la cima y administrado por un austríaco, “¿está destinado a la gente del Alemão que quiere ir a la playa el fin de semana?”. Como lo confiesa un capitán de policía, “Vidigal se convirtió en una atracción turística donde los europeos vienen a tomar lindas fotos”. O a invertir para siempre en este terreno donde la cotización está en alza…

Modernizar para favorecer la inversión

“En Río, más de 2 millones de personas viven en más de 900 favelas: todo esto constituye un buen negocio para aquel que está listo para la aventura, que tiene la capacidad de anticipar el cambio estructural de una ciudad en plena mutación”, observa Luiz César Queiroz Ribeiro, director del Instituto de Investigación y Planificación Urbana y Regional (Ippur) del Observatorio de las Metrópolis. Su laboratorio universitario se interesó en los conflictos de la propiedad de inmuebles en Río, un caso de estudio para todo un país donde muchos, ricos o pobres, están alojados sin base legal, a merced de la expoliación (un rico se apodera de un terreno por la fuerza) o de invasiones (un número de pobres invade un espacio). “Brasil es la actual ‘bola da vez’ [pelota del partido]. Toda esta especulación inmobiliaria que se desplaza por el mundo, del Sudeste Asiático a España, hoy se instala aquí”.
La economía –que parece estable comparada a la tempestad que atraviesan las del “centro”– atrae mucho a los inversores, puesto que el sector inmobiliario sigue siendo barato. “A partir de 2005 se instaló este movimiento de fondo –agrega Queiroz Ribeiro–, apoyándose en el turismo y en la perspectiva de megaeventos como la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos. En un contexto como éste, clásico,  de especulación urbana, controlar el territorio es también garantizar el capital. Por eso hay que regularizar y regular la ocupación de los suelos”. ¿La apuesta principal? “Permitir que el mercado acceda a estas zonas informales y establecer así las bases jurídicas de la propiedad inmueble”. O, para decirlo de otra manera, modernizar el país para permitirles a los inversores expandirse mejor.
De este modo, para favorecer futuras transacciones, las autoridades instalaron un programa de regularización inmobiliaria  en estas favelas, que el catastro ignoraba pura y simplemente desde una ley de 1937 (derogada en 1984 sin que la situación de los terrenos se aclarara verdaderamente). El semanario Veja del 4 de julio de 2012 se alegraba así de que “en un radio de 500 metros alrededor de la UPP de Vidigal, los precios hubieran aumentado en un 28% más que en el resto de la ciudad”. A tal punto que, para los cariocas de la clase B (1), a pesar de que son acomodados, es cada vez más difícil instalarse en el barrio de Leblon o, incluso en sus alrededores.
“Durante mucho tiempo las favelas fueron consideradas como áreas provisorias. Se pensaba que desaparecerían con el desarrollo. Pero, como éste tardó en llegar, el gobierno decidió en algunos casos hacerlas desaparecer, en otros dejarlas surgir por aquí o allí”. Sergio Magalhães, secretario de vivienda de la ciudad entre 1993 y 2000 y actual presidente del Instituto de los Arquitectos, tuvo la iniciativa del programa Favela Bairro, citado con frecuencia a modo de ejemplo, que concernía a 155 favelas. “Hacia 1993, ya tres o cuatro generaciones habían crecido en estos terrenos: claramente la situación no era de ningún modo transitoria. Era necesario reconocer este estado de hecho y hacer de las favelas verdaderos barrios”.
Por último, después de haber alentado el desplazamiento de la población a la periferia –entre 1962 y 1974, más de 140.000 habitantes fueron enviados a la periferia, y 80 favelas arrasadas en Río–, los poderes públicos encararon la construcción de un porvenir  en el lugar, teniendo en cuenta la historia y la opinión de los habitantes. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) consagrará 600 millones de dólares al proyecto, a los cuales se agregarán 250 millones del gobierno federal y una parte de ayuda de la ciudad.
Veinte años después de esta primera tentativa de reorganización, seguida de otros programas (Bairrinho, Morar Legal y también Novas Alternativas), algunas asociaciones y particulares iniciaron tratativas para obtener títulos de propiedad oficiales. Más de doscientos títulos habrían sido librados oficialmente mientras se esperaban los otros miles. Nadie sabe exactamente cuántos, puesto que nadie sabe cuánta gente vive allí. ¿Veinte, cuarenta, sesenta mil habitantes? Todos hablan de cifras diferentes. Uno de ellos, llamado Roque, forma parte de este montón, desde 1976. Este nativo de Bahía se alegra por el interés creciente de los “gringos”, fuente de ganancias: una vecina multiplicó por cinco su inversión inicial. Por lo tanto, ni hablar de ceder su casa sencilla de dos ambientes, construida con sus manos en 1995. El hombre, que ya anda por los setenta años, hace valer su derecho al suelo: quiere defender un sentimiento de pertenencia a una comunidad que no tiene precio. “En esa época, yo tenía un recibo de parte de la asociación de habitantes. Hoy, espero el título de propiedad oficial. Eso le dará un poco de dinero a mis hijos cuando me muera, pero no quiero dejar mi barrio; es mi vida”.

No hacerle el juego al mercado

Esta regularización es también sinónimo de integración ideológica de estas zonas parceladas, antes regidas por otras leyes inmobiliarias que fueron establecidas por los propios habitantes. El sociólogo Jailson de Souza e Silva, del Observatorio de Favelas, ve en ello “la base de una gentrificación”. “Muchos están tentados de vender bienes que tienen ahora un verdadero valor. Yo sostengo que la última cosa que se debe dar a los habitantes de las favelas es un título de propiedad”. Para él, poseer un título oficial es acceder a la posibilidad de cederlo, y por lo tanto de hacerle, a su vez, el juego al “mercado”. “Eike Batista, el hombre más rico de Brasil, que invirtió millones a título gratuito en el equipamiento de la UPP, es propietario de grandes grupos inmobiliarios. Batista tiene interés en financiar esta política, acaparando una parte de estos territorios, cuyos dividendos obtendrá en un segundo momento”. Para De Souza e Silva, la solución está en otra parte, fuera de las lógicas especulativas…
Pero no es ése el punto de vista del intendente, Eduardo Paes, que fue reelegido en la primera vuelta, el 7 de octubre de 2012, con cerca del 65% de los votos. Un plebiscito para este centrista que, además del apoyo del Partido de los Trabajadores y gracias a un balance favorable, obtuvo el voto de las favelas: seguirá siendo el alcalde de la pacificación y el artífice de las grandes obras urbanísticas. Entre ellas, el ejemplar proyecto Port Maravilha que apunta a transformar todo el barrio portuario, no lejos del centro histórico, y a convertir este barrio, durante mucho tiempo desaconsejado por la noche, en una gigantesca zona comercial y turística, con viviendas nuevas y talleres de artistas. Su próximo mandato terminará felizmente con los Juegos Olímpicos, que volverán a colocar en primer plano a la ex capital, destronada por el dinamismo económico de San Pablo.
Río de Janeiro, centro de servicios y principal polo naval, especialmente por el petróleo, encarna más que cualquier otra ciudad la identidad brasileña a los ojos del mundo entero. Una visión que confirma la clasificación de Patrimonio de la Humanidad con que la Unesco distinguió a la cidade maravilhosa en julio de 2012. “Río va a convertirse en la vitrina comercial del marketing brasileño”, explica Queiroz Ribeiro. “Será la carta de presentación del país”.
Desde 2011, a la salida del aeropuerto, un gran muro antirruido permite esconder la miseria sobre la Avenida Brasil.

1. La estadística brasileña divide la sociedad en cinco clases: A (cuyos ingresos superan los 30 salarios mínimos), B (de 15 a 30), C (de 6 a 15), D (de 2 a 6) y E (hasta 2 salarios mínimos).

** Este artículo forma parte de la nueva colección de revistas del Dipló: EXPLORADOR

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* Periodista.

Traducción: Florencia Giménez Zapiola

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