El deseo de lo maravilloso
Por Serge Tisseron*
Rehuir una realidad cotidiana demasiado agobiante, alejar momentáneamente las muy conocidas causas del malestar, es uno de los caminos por los que la ficción maravillosa alivia a sus espectadores. El otro es la garantía de que el imaginario personal pueda vincularse con un imaginario colectivo y universal, ahora que el debilitamiento del control religioso sobre las imágenes internas deja a cada cual enfrentado con su soledad. Por primera vez, un país puede imponer sus imágenes a todo el planeta.
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¿Por qué se precipita la gente para ver Harry Potter, El señor de los anillos o La guerra de las galaxias? ¿Por qué esos universos de cuentos de hadas, caídos en desuso desde hace unos 20 años, atraen actualmente a un público tan vasto, sin distinción de edades? Y si...
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