De Sudáfrica a Palestina
Por Leila Farsakh*
Este 4 de noviembre de 2003, exactamente ocho años después del asesinato de Yitzhak Rabin, representantes de la izquierda israelí y de diferentes fuerzas palestinas -salvo los islamitas- debían firmar en Ginebra un acuerdo de paz que solucione todas las controversias. Un Estado palestino en los territorios ocupados en 1967 (salvo un 2,5% de Cisjordania para que Israel reagrupe sus colonias); una capital palestina en Jerusalén Este con control de la ciudad vieja, salvo el barrio judío y el Muro de los lamentos. Además de algunas decenas de miles autorizados a volver a Israel, los refugiados podrán instalarse en el Estado palestino. En plena escalada guerrera, este acontecimiento demuestra que la paz es posible y que los israelíes tienen un interlocutor para llevarla a cabo, puesto que no solamente están asociados ministros de la Autoridad, sino también representantes del Tanzim de Marwan Barghuti. Ariel Sharon ha repudiado este acuerdo, ya que lo pone contra la pared; pero esto supone proseguir una fuga hacia adelante mortífera y suicida.
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«Esto se parece mucho a lo que les sucedió a los negros de Sudáfrica. He visto la humillación de los palestinos en los lugares de paso y en los controles camineros, sufriendo como nosotros cuando jóvenes policías blancos nos impedían circular»1. Así describía su visita a Tierra Santa el obispo...
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