Construir la nueva normalidad del Estado

Por Ana Natalucci*

A principios de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la enfermedad producida por la COVID-19 como una pandemia, por lo que varios países del mundo declaraban medidas de aislamiento para la población para evitar su propagación. También en marzo, la OIT advertía sobre la gravedad de la crisis que se avecinaba producto de las medidas de aislamiento, y el consecuente impacto en la producción y en la situación de la clase trabajadora. En este contexto, es difícil pensar que la crisis sanitaria y sus efectos sociales y económicos puedan dejar algún saldo positivo per se. Pero, ¿qué pasaría si varias de las discusiones que se están dando se organizaran de manera tal que sí puedan dejar un saldo positivo? ¿Podemos hacer algo para incidir en la configuración de la nueva normalidad que se avecina? Al respecto, creo que la discusión debe centrarse sobre las capacidades del Estado.

Con el neoliberalismo de fondo, el Estado ha sido bastante discutido, si se agranda, si se achica. En paralelo, se discute si el neoliberalismo va a desaparecer gracias a la acción de los gobiernos frente a la crisis sanitaria. Como premisas de partida pienso que: 1) el Estado es una relación social; está ahí aunque sus actuaciones cobren diferentes formas y 2) el neoliberalismo, como dispositivo de gobierno, puede transformarse, reperfilarse o perfeccionarse, pero no puede simplemente desaparecer. Lo que sí se puede hacer es discutir cómo se organiza el Estado y cómo distribuye sus capacidades institucionales para mediar entre los actores sociales. Esto implica separar la voluntad de los gobiernos, de las capacidades estatales que se van construyendo para morigerar los efectos de la crisis y generar una nueva normalidad, que no es otra cosa que la creación de nuevas pautas de interacción.

¿Qué hacer entonces? En principio, correr del debate los ejes sanitarios más técnicos, que no sólo desconocemos, sino que además están en investigación. Dicho de otro modo: ofrecer como argumento la cantidad de muertos está lejos de ayudar a generar condiciones para la creación de esas nuevas pautas de interacción. Propongo discutir quiénes pagan la crisis, sus costos, su recesión; como invertir en investigación médica para el desarrollo de vacunas, antes que el encierro indefinido de la población; qué capacidades estatales instituir para responder a los diferentes problemas públicos. Sin embargo, en pocos días pasamos de la propuesta de que los mutimillonarios paguen un impuesto extraordinario a financiar los sueldos de los directivos de grandes empresas. Advertimos con perplejidad cómo el virus se propaga velozmente en las villas, mientras otros sectores de la población pueden cumplir con la cuarentena preservando su salud. Ambos ejemplos son los polos extremos de un continuum, pero en el medio hay mucho para debatir. La historia no está escrita y esa normalidad está por definirse. Tal vez sea momento de intervenir para que lo que viene nos contenga a todos.

Este artículo integra la serie: ¿Dejará algún saldo positivo la pandemia?, parte II. Volver a nota principal.

* Investigadora Independiente del CONICET, Directora del Observatorio de Protesta Social y Docente de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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