UNA TRANSICIÓN SIN FIN

¿Hacia una dictadura en Egipto?

Por Alain Gresh*
Le declaración constitucional de Mohammed Morsi, por la cual detentaría todos los poderes, reavivó el debate sobre una eventual voluntad de los Hermanos Musulmanes de imponer una dictadura religiosa. ¿Qué implica esta decisión en el juego político local?
Plaza Tahrir, 27-11-12 (Reuters/Ahmed Jadallah)

Estos últimos días se desarrollaron violentos enfrentamientos en Egipto. Varias sedes de los Hermanos Musulmanes fueron quemadas, los jueces se rebelan, los periodistas amenazan con ponerse en huelga, continúan las manifestaciones en todo el país; mataron a un joven miembro de los Hermanos y un manifestante sucumbió a sus heridas en el Cairo. En Le Monde diplomatique de noviembre publiqué un artículo que planteaba la cuestión: “Transición política en Egipto”. La respuesta que ofrecía era más bien negativa, las perspectivas de una dictadura de los Hermanos Musulmanes me parecían poco probables.

Pero la decisión del presidente egipcio Mohammed Morsi, surgido de los Hermanos Musulmanes, de extender sus poderes renovó el debate. ¿Qué decisión tomó el rais el 22 de noviembre pasado?

El “decretazo”

Los siete puntos más importantes de la declaración constitucional que Morsi aprobó son los siguientes:
– juzgar nuevamente a los responsables del antiguo régimen, muchos de los cuales, aunque culpables de mandar a matar a manifestantes (entre ellos el ex presidente Mubarak), fueron absueltos;
– acordar compensaciones suplementarias a las víctimas de los enfrentamientos de 2011;
– garantizar la inmunidad al majlis-al-shura (consejo consultivo) y a la Asamblea Constituyente, que no podrán ser disueltas por la autoridad judicial;
– la posibilidad de deponer al procurador general, que es lo que hizo el presidente a las pocas horas;
– la imposibilidad de impugnar las decisiones del presidente ante las autoridades judiciales;
– por último, el presidente se arroga todos los poderes para tomar medidas que protejan la unidad nacional, el orden público y la revolución (véase “The president’s new powers”, Egypt Independent, 23-11-12).

Un elemento interesante es que la declaración suscitó críticas incluso en las filas de los Hermanos, confirmando así que la organización ya no es tan monolítica como antes (“Brotherhood’s Shura Council chairman criticises Morsi déclaration”, Ahramonline, 25-11-12).

Es necesario hacer algunas advertencias. En junio de 2012, las autoridades judiciales disolvieron el Parlamento (en el que los Hermanos dominaban ampliamente con los partidos salafistas), y se estaban considerando algunos recursos para disolver tanto el majlis-al-shura como la Asamblea Constituyente (las dos instancias están bajo el dominio de los islamistas). La Constitución está en proceso de redacción y la tarea debía terminarse este mes, pero el presidente le dio dos meses suplementarios para hacerlo: mientras tanto, el rais dispone de todos los poderes legislativos. En octubre, el presidente Morsi trató de desembarazarse del antiguo procurador general, un hombre totalmente ligado al antiguo régimen, pero tuvo que dar marcha atrás. Por último, hay que señalar que en agosto de 2012, Morsi logró separar al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.

Con estas nuevas decisiones, el presidente concentra en sus manos, al menos en teoría, a los tres poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. El opositor Mohammed Al-Baradei afirmó incluso que Morsi se había vuelto un nuevo faraón. Las medidas provocaron una protesta general, tanto entre las fuerzas de la oposición como entre los jueces, e incluso algunos iniciaron una huelga. Sin embargo, estos últimos están divididos pues algunos apoyan al presidente.

Muchos dirigentes políticos, entre ellos Hamdin Sabbahi (naseriano, que resultó tercero en las elecciones presidenciales), Mohammed Al-Baradei, el ex secretario general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), y Amr Musa, el ex secretario general de la Liga Árabe, formaron un frente de salvación nacional (Véase “Sabbahi, ElBaradei launch National Front to fight Mosris’s decrees”, Ahramonline, 24-11-12). Por el contrario, Abdel Moneim Abul Futuh, que alcanzó la cuarta posición en las elecciones presidenciales, condenó las decisiones de Morsi, pero se niega a aliarse a miembros del antiguo régimen como Amr Musa (Véase “Strong Egypt Party rejects protests, urges dialogue”, Ahramonline, 26 de noviembre).

Mientras se tomaban estas decisiones, se produjeron enfrentamientos en la calle Mohamed Mahmoud, cuando un grupo de manifestantes protestaba por la muerte de varias personas durante una represión el año anterior en ese mismo lugar, cuyos culpables todavía no habían sido castigados.

En el sitio web Jadaliyya, Hesham Sallam observa, en un artículo del 22 de noviembre: “El presidente utilizó la ira expresada por los manifestantes de Mahmoud Mohamed frente a la impunidad de quienes hirieron a los militantes revolucionarios, desde la caída de Hosni Mubarak, como una justificación implícita de su decisión de reemplazar al procurador general. Aunque el hecho de que no se haga justicia con los responsables actuales de la seguridad y con los antiguos responsables de actos reprehensibles durante y después del levantamiento de enero-febrero de 2001 puede ser imputado en parte a la incompetencia de los procuradores, el principal obstáculo a este proceso es la ausencia de cualquier reforma significativa de los órganos de la seguridad militar y civil, una situación que Morsi no logró modificar”.

(…) “Conviene también mencionar lo más importante, algo que no fue abordado en la declaración. A la luz de la brutalidad policial contra los manifestantes, del enojo general por el choque de Asiut que provocó la muerte de decenas de niños inocentes (un accidente debido, una vez más, a la antiguedad de las líneas de ferrocarril), y la retirada masiva de no-islamistas de la Asamblea Constituyente a causa de serios desacuerdos respecto al proyecto de Constitución, se esperaba que el presidente anunciara algo completamente diferente. Se esperaba el reemplazo del gabinete de Hesham Kandil, un plan de reforma del ministerio del interior y de las instituciones de policía, la disolución de la Asamblea Constituyente y la formación de un órgano más creíble y representativo para su redacción. (…) Morsi tomó partido claramente: ya no está del lado de la revolución”. (“Morsy and the ‘Nationalization’ of the Revolution : Some Initial Reflections”, 22-11-12).

¿Quiénes son los Hermanos?

Está claro que los Hermanos Musulmanes no son una fuerza revolucionaria. Sin embargo, ¿es realmente esta la cuestión? Los Hermanos fueron siempre una fuerza conservadora, pero lucharon por el fin del régimen de Mubarak. Y la creación de un orden institucional estable, con un gobierno representativo, la independencia de la justicia, la separación de los poderes, difícilmente podrá ser alcanzado sin su participación. Aunque fue elegido, el presidente no tiene influencia sobre lo que queda del antiguo régimen.

Por otra parte, no todas las decisiones tomadas por el presidente son negativas: la decisión de volver a juzgar a los responsables del antiguo régimen; el hecho de que haya nombrado en el puesto de procurador general a un hombre a favor de la independencia de la magistratura y, por último, que diera dos meses adicionales a la Asamblea Constituyente, aún pudiendo valerse de la mayoría para imponer una nueva constitución.

Una vez más, la cuestión planteada a las fuerzas revolucionarias –que obtuvieron más del 40% de los votos en la elección presidencial– es la siguiente: ¿con quién aliarse? ¿Hace falta formar un frente con los dirigentes del antiguo régimen?

En su excelente blog, The Arabist, Issandr El Amrani comparte algunas reflexiones rápidas sobre la crisis actual (véase “Questions about the crisis over Morsi’s decree”, 23 de noviembre).

El Amrani sostiene que el presidente podría quizás retractarse sobre algunas de sus decisiones, pero que la oposición debería estar lista para formular demandas realistas y no reclamar la caída del presidente. Pues, como lo explica Tamer Wagih, editorialista del sitio Egypte Independent, el peligro no viene sólo de Morsi sino también del antiguo régimen (“Revolutionaries must resist Morsy, but also the feloul”, 25 de noviembre).

“El verdadero problema es la estructura de la oposición a Morsi. En virtud de la ausencia de un gran bloque revolucionario coherente, la oposición está compuesta por una mezcolanza de poderes que pertenecen al régimen corrupto de Mubarak y a otras fuerzas centristas-liberales-reformistas-populistas, que pueden ser designadas bajo el nombre de “poderes civiles”, cualquiera sea la significación exacta de este término.
Lamentablemente, como estos poderes civiles no son revolucionarios y tienen un carácter claramente centrista, tienden a reconciliarse e incluso, a aliarse con los partidarios del antiguo régimen en su lucha contra Morsi, creyendo que es su gran rival.
Según mi opinión, esta tendencia tendrá repercusiones catastróficas para el futuro de la revolución. Permitirá reintroducir a los felul (partidarios del antiguo régimen) como actores aceptables en la escena política y dará la posibilidad de volver al régimen de Mubarak, quizás bajo una forma todavía peor”.

Egipto vive un período de transición demasiado largo y demasiado inestable. El país todavía no tiene elegido un parlamento. Los problemas del Sinaí se agravan. La policía necesita ser reformada; la independencia de los jueces, consolidada. Las dificultades económicas y sociales de la población son inmensas. Tan sólo en la jornada del 25 de noviembre, la Bolsa perdió el equivalente de 5 mil millones de dólares (aproximadamente el monto del préstamo consentido por el FMI). Únicamente una solución de compromiso permitiría terminar la transición política, evitar un retorno del antiguo régimen y emprender una verdadera lucha por los problemas sociales.

Este artículo fue originalmente publicado en Les blogs du Dipló http://blog.mondediplo.net/2012-11-26-Egypte-vers-une-dictature-des-Freres

* De la redacción de Le Monde diplomatique, París.

Traducción: Florencia Giménez Zapiola

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