Una falsa disyuntiva
Martín Gill hizo de su educación la plataforma de lanzamiento para su carrera política. Comenzó como presidente del centro de estudiantes de su escuela secundaria y llegó a Secretario de Políticas Universitarias en 2012. En el medio fue rector de la Universidad de Villa María (Córdoba) y presidente del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), el organismo que reúne a las máximas autoridades universitarias argentinas. Desde 2013 integra la Cámara de Diputados de la Nación, donde encabeza la Comisión de Ciencia y Tecnología. “Hay un cambio de paradigma en el sistema universitario argentino”, sostiene.
¿Qué lugar ocupa hoy la universidad argentina?
En esta última década el Estado nacional puso a la educación en el centro de sus políticas, y en particular a la universidad. Se generó un diálogo virtuoso entre la educación, la industria, el trabajo y los procesos locales, porque se entiende que la ciencia, la tecnología y la innovación aplicadas a los procesos productivos generan riqueza, desarrollo, producción y empleo. La universidad actual tiene un lugar muy fuerte en este esquema de desarrollo.
¿Cómo es la relación de las nuevas universidades nacionales con sus territorios?
Las nuevas universidades se vinculan con sus localidades a través de los modelos organizacionales, la investigación, la oferta académica, la actividad de extensión y el vínculo con la escuela secundaria. Las comunidades las moldean y las vuelven dinámicas, flexibles. La convierten en una experiencia mucho más amplia. Por eso los chicos hablan de que van a la universidad y no simplemente a la facultad, como sucede en las universidades tradicionales. Estos cambios simbólicos, que parecen muy simples, reflejan experiencias de transformación muy profundas.
¿Es posible superar la disyuntiva masividad o calidad?
Durante mucho tiempo se creyó que el único modo de construir una universidad de calidad era restringiendo su acceso, dejando entrar a pocos; y, del mismo modo, se creyó que una universidad masiva tenía que dejar de lado la calidad. Hoy podemos decir que ambas variantes son equivocadas. La expansión de la matrícula universitaria no fue a costa de dejar de lado los desafíos que la universidad pública traía. Mientras que la matrícula creció en 10 años un 30%, la cantidad de graduados creció en un 70%. Si en el 2001-2002 egresaban poco más de 60 mil estudiantes por año, en el 2011-2012 se superaron los 115 mil graduados anuales. A esto se sumó un creciente interés en áreas estratégicas para el país, favorecidas por programas de estímulo especialmente diseñados. Por ejemplo, hemos pasado de 4 mil ingenieros graduados por año a más de 7 mil, y vamos camino a los 10 mil. Si continuamos esta senda, tendremos más y mejor universidad.
Este artículo forma parte de la edición especial de Le Monde diplomatique y la Universidad Pedagógica de la Provincia de Buenos Aires
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* Licenciado en Comunicación e integrante del equipo editorial de UNIPE.
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