La Amazonia y el combustible que aviva el fuego
Detrás del creciente interés de la comunidad internacional por la devastación y los incendios en la Amazonia hay más que preocupación por la preservación del medioambiente. En el transcurso de los últimos años, los ríos y mares del perímetro amazónico han sido objeto de disputas petroleras cada vez más intensas. Detrás del humo del fuego se ocultan los intereses del petróleo.
En el siglo XXI, las fronteras de exploración y producción de petróleo se encuentran en aguas profundas y ultra profundas, hecho que empujó a Brasil a la vanguardia de la industria petrolera offshore tras el descubrimiento del presal y lo ubicó en el centro de la nueva geopolítica del petróleo. Desde entonces el Atlántico Sur se ha convertido en una área de influencia y vigilancia, y las riquezas marítimas de la costa brasileña, en la región conocida como Amazonia Azul, se han vuelto objeto de interés y codicia por parte los principales actores globales.
Recientemente la región norte de América del Sur se ha convertido en un espacio que genera expectativas y orienta las estrategias nacionales y empresarias de los sectores del gas y el petróleo. Desde 2015, algunos de los descubrimientos offshore más relevantes han ocurrido en aguas profundas de Guyana, entre Venezuela y Surinam.
Los últimos cinco años, la estadounidense Exxon anunció 13 nuevos descubrimientos en ese pequeño país. Algunos de esos bloques son operados en consorcios integrados por la china CNOOC. Además, ambas empresas anunciaron la existencia de más de 5,5 mil millones de barriles de reserva en esa región y aspiran a la instalación de al menos cinco plataformas FPSO’s (Floating, Production, Storage and Offloading) (1) con una producción estimada de 750 mil barriles por día hasta 2025.
Zona de promesas
Algunas de las tensiones entre los gobiernos de Trump y Maduro tienen que ver con la disputa, todavía silenciosa, en torno a esta región que vive un boom de actividades exploratorias. Como en Guyana, en Surinam hay una presencia cada vez más importante de la estadounidense Chevron, la española Repsol y la japonesa Inpex. En cuanto a la anglo holandesa Shell y la francesa Total, intensificaron su inserción y su actuación en la Guayana francesa. El éxito de las exploraciones en la región alcanza la extraordinaria tasa de 82%, muy por encima de la media mundial y de las áreas del presal.
Si en la década pasada, el descubrimiento del presal brasileño impulsó a Estados Unidos a reactivar la IV Flota Naval de monitoreo militar en el sur de América del Sur, en esta década, los descubrimientos en el norte de América del Sur han motivado al gobierno estadounidense a tener una participación activa en la elaboración de un nuevo marco regulatorio de exploración y producción de petróleo en la región de Guyana.
Esta tendencia tiene impactos directos en la Amazonia brasileña, dado que el Estado de Amapá y la desembocadura del Amazonas constituyen un nuevo perímetro de exploración y producción, y se trata de una región particularmente delicada desde el punto de vista ambiental, marítimo y socioeconómico.
El llamado Margen Ecuatorial comprende la franja del Atlántico que se extiende desde Amapá hasta Rio Grande do Norte, y está dividido en cinco grandes cuencas sedimentarias dentro de una zona que abarca más de un millón de kilómetros cuadrados.
Se estima que en la desembocadura del Amazonas habría hasta 15 mil millones de barriles de petróleo y 30 billones de pies cúbicos de gas a unos 60 kilómetros del litoral, tanto en aguas poco profundas (50 metros de profundidad) como en aguas profundas (más de 3 mil metros de profundidad). La exploración en esa región, además, comporta grandes riesgos ambientales y enormes desafíos de infraestructura.
Intereses en juego
Desde la década de 1970 se han ensayado diversas incursiones de exploración petrolera entre Guyana y la desembocadura del Amazonas, muchas de las cuales tuvieron que ser interrumpidas a causa de accidentes. En 2011 una plataforma de Petrobras sufrió inestabilidades a causa del terreno y de las corrientes y quedó a la deriva. A partir de 2013 diversas empresas petroleras han comenzado a disputarse licencias ambientales para realizar actividades de investigación y prospección en esa región, tales como Exxon y Chevron. A fines de 2018 el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama) le denegó un pedido de licencia de exploración en la región a la francesa Total, en tanto que la británica BP aguarda la resolución de un pedido semejante.
En este contexto, el creciente interés global sobre la Amazonia no puede ser visto únicamente como una preocupación de la comunidad internacional por el medioambiente. Las recientes declaraciones del presidente francés Emmanuel Macron alertando por los incendios como un problema internacional no pueden dejar de contemplar los intereses de la petrolera francesa Total.
Si bien el plan acordado en el marco del G7 para dentener el fuego resulta importante para echar luz sobre un problema devastador, no puede ser visto ingenuamente por quienes, incapaces de reaccionar contra las acciones desastrosas del actual gobierno brasilero, esperan que la salvación venga de afuera. La salida del desastre provocado por el gobierno de Bolsonaro en la Amazonia no puede estar en las injerencias externas. Pretender proteger las riquezas del país a través de intervenciones extranjeras es un contrasentido propio de quien no comprendió qué es la soberanía nacional.
1. N. de la R.: Instalación flotante basada en el casco de un buque petrolero que realiza las actividades de producción, almacenamiento y descarga de petróleo.
© Le Monde diplomatique, Brasil
* Profesor de ciencia política y economía de la Fundação Escola de Sociologia e Política de São Paulo (FESPSP), director técnico del Instituto de Estudos Estratégicos de Petróleo, Gás e Biocombustíveis (INEEP).
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