ATRASO TECNOLÓGICO Y EQUIPOS OBSOLETOS

La decadencia de la industria militar rusa

Por Vicken Cheterian*
El sistema de defensa ruso actual, durante mucho tiempo descuidado, está lejos de ser lo que era en la Rusia soviética, cuando la armada se encontraba en el corazón del sistema industrial.
Tanques rusos en Osetia del Norte, Rusia, 22-6-11 (Ria Novosti / AFP)

La victoria obtenida en la guerra-relámpago contra Georgia, en agosto de 2008, no impidió que Moscú iniciara al mes siguiente una reorganización completa de sus fuerzas armadas. “Los dirigentes rusos demostraron una gran sabiduría. Es poco frecuente que un gobierno introduzca reformas luego de haber ganado una guerra. Pero en este caso, a pesar de diez años fastuosos en los que los diferentes comandos militares habían contado con muy importantes recursos, la crisis de 2008 demostró que las fuerzas armadas rusas estaban envejecidas y eran incapaces de manejar armas modernas. Esa comprobación fue la que llevó al ministro de defensa Anatoly Serdyukov a anunciar la reforma más profunda jamás realizada en 150 años [tras la guerra de Crimea en 1853-1856]”, estimó el experto militar Alexandre Golts.   
Ya en la década de 1990, las dos guerras de Chechenia habían revelado la fragilidad del ejército. El conflicto con Georgia –a pesar de un resultado evidente a sólo 48 horas del comienzo de las hostilidades, y de un alto el fuego concluido en las condiciones impuestas por Moscú, al cabo de cinco días de combate– aceleró la toma de conciencia, tanto en el seno de los estados mayores como de las élites políticas. El episodio demostró hasta qué punto el comando y el control del ejército, al igual que sus sistemas de reconocimiento y de comunicaciones, eran obsoletos. Aunque Georgia no contaba con aviones de caza, Rusia reconoció haber perdido cuatro aviones (tres cazas de combate Sukhoi 25 y un bombardero de largo alcance Tupolev Tu-22, utilizado en misiones de reconocimiento) derribados por disparos tierra-aire georgianos (1). En Tbilissi, por su parte, se sigue afirmando que se derribaron veintiún aparatos. La superioridad numérica y material de Rusia es indiscutible; sin embargo, el ejército de Georgia, que dispone de tanques T-72 reacondicionados en la República Checa, de drones de fabricación israelí y de sistemas de comunicación modernos, demostró su superioridad tecnológica.
La aplicación de una nueva reforma y los esfuerzos presupuestarios implementados para modernizar los equipamientos son la prueba del shock experimentado por Moscú durante el episodio georgiano (2). En diciembre de 2010 el presidente Dmitri Medvedev autorizó gastos por 22 trillones de rublos (540.000 millones de euros), es decir el equivalente al 2,8% del producto interno bruto (PIB) para cada año hasta el 2020, según lo prevé el plan de modernización de las fuerzas armadas adoptado ese mismo año. Semejante nivel de inversión estatal no tiene precedentes desde el fin de la guerra fría (3).

Tras la caída de la URSS

En los últimos quince años el ejército ruso no adquirió nuevos materiales: la fuerza aérea, por ejemplo, no recibió ningún aparato hasta 2003; luego de ese año sólo fue dotada de algunos aviones extra. El propio Medvedev lo reconoce: sólo el 15% de arsenal militar en servicio puede ser calificado de “obra maestra de la tecnología” (4). Las medidas recientes apuntan a permitir que las fuerzas armadas reduzcan su atraso, renovando de aquí al 2015 el 30% de su equipamiento con material que responda a los criterios actuales de modernización.
Sin embargo, no es seguro que el gobierno sea capaz de alcanzar esos objetivos. Durante la era soviética, la defensa ocupaba el centro de la economía. A pesar de que resulta difícil establecer una estimación, se puede decir que el esfuerzo militar absorbía por entonces, según el período, entre un 20% y un 40% del PBI (5). Luego del desmembramiento de la URSS, los clientes extranjeros fueron quienes decidieron sobre la prosperidad o la ruina de una actividad o de otra, dado que el sector sólo sobrevivía gracias a las exportaciones. La Rusia post-soviética no logró desarrollar ni producir nuevos armamentos.
Todos los equipamientos actuales fueron concebidos y fabricados bajo el régimen comunista, con dos excepciones. El caza de combate de quinta generación Sukhoi T 50, que debía competir con el F-22 Raptor de Lockheed Martin, actualmente en servicio en las fuerzas armadas estadounidenses, no tiene actualmente ningún rival en los aires. Probado a comienzos de 2010, su prototipo ya resulta de interés para las fuerzas armadas de India y Vietnam, aún cuando los expertos consideran que, por sus características en vuelo y su motor, es más bien un aparato de cuarta generación avanzada que de quinta generación. Otro prodigio de la alta tecnología de punta rusa, el misil intercontinental Bulava, tuvo dificultades técnicas. “Todas las pruebas de lanzamiento terminaron en fracaso debido a uno u otro de sus componentes”, observó Gots. En su opinión, ello se debería a una “ruptura en la cadena de producción industrial que impide a la industria de defensa rusa producir en serie”. Efectivamente, desde la caída de la URSS, miles de científicos abandonaron el país y no hubo nuevos contratados. Pero hay algo aún más importante: el conjunto del complejo militar-industrial, sobre el que no se hizo ningún esfuerzo de modernización, se fue desintegrando progresivamente… En el seno de la industria de defensa, eso generó dificultades para garantizar la renovación generacional: la edad promedio de los técnicos de ese sector es de 58 años.
En semejante contexto parece poco probable que Rusia vuelva a alcanzar el nivel de producción que tuvo en otro tiempo. En marzo de 2006, luego de una visita de Vladimir Putin a Argelia, ambos países firmaron un contrato por 8.000 millones de dólares según el cual Moscú se comprometía a suministrar al ejército argelino diversos materiales, entre ellos 35 cazas MIG-29. En 2008, Argel devolvió 15 de esos aparatos recibidos en los dos años precedentes, considerando que eran “de calidad inferior”. Los MIG rusos presentaban dos problemas: su sistema electrónico no correspondía con la descripción que figuraba en el contrato y, además, ciertas piezas provenían probablemente de viejos stocks de la era soviética. Moscú no se opuso a repatriar esos aviones, a los que destinó inmediatamente a sus propias fuerzas armadas.
La interminable saga del portaaviones Gorshkov representa una nueva humillación. Ese navío, puesto en servicio en la era soviética con el nombre de “Bakú”, y posteriormente rebautizado en homenaje al almirante Sergei Gorshkov (1910-1988), héroe de la Unión Soviética, había sido retirado por falta de medios y luego puesto en venta en 1996. En 2004, India se manifestó interesada en comprarlo por 950 millones de dólares y lo rebautizó INS Vikramaditya, nombre de un rey legendario. En esa ocasión estaban previstos varios cambios en el contrato de venta. Debían suprimirse los misiles de crucero para aumentar la capacidad de la flota aérea más importante. Luego de numerosos contratiempos y de múltiples enmiendas al contrato, la operación costaría tres veces el precio inicialmente convenido y la entrega, que debía realizarse en 2008, fue aplazada hasta 2012. En India, primer comprador de armas rusas, el caso del Gorshkov tuvo muchas repercusiones. Las autoridades fueron duramente criticadas, lo cual podría incitarlas a dirigirse a nuevos proveedores de equipos modernos (6).
Por ahora, las exportaciones están en constante aumento: de 2.500 millones de euros en 2001 a 5.400 millones en 2009 y 6.800 millones de euros en 2010. Pero Rusia podría perder la posición dominante que reivindica en el mercado mundial de armamentos. China, que fue el primer cliente ruso desde 1990, ya desarrolla sus propios aviones de combate de cuarta generación, los J-10, y produce tanques de guerra Tipo 99. Sin embargo, sigue figurando entre los principales importadores de armas rusas, detrás de India y Argelia (7). A comienzos de 2011, a pocos días de la visita del secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, Pekín dio a conocer su prototipo de avión de caza de quinta generación. Por ahora las necesidades de sus fuerzas armadas absorben toda la producción nacional, pero los expertos temen que China llegue a imponerse como un temible competidor para las exportaciones rusas.
El acuerdo firmado en enero de 2011 entre Francia y la marina rusa para la compra de dos navíos de guerra Mistral, de fabricación francesa, resulta emblemático de otra tendencia. El caso generó numerosas controversias en Rusia, donde muchas voces se hicieron oír para reclamar que el contrato, de 1.900 millones de dólares, sea otorgado a alguno de los numerosos astilleros desafectados del país. Los Mistral pueden embarcar hasta 700 soldados, 70 vehículos de transporte de tropas y 16 helicópteros. Son también un arma de ataque terrestre potencial, en un caso similar al del conflicto con Georgia. Esa eventualidad no es la primera vez que se presenta, pues en 2009 el ejército ruso ya había firmado un contrato con la firma israelí Israel Aerospace Industries (IAI) para la importación de 12 drones. En 2010 había firmado otro contrato que autorizaba la fabricación de drones de tecnología israelí en territorio ruso (8).
Para Ruslan Pukhov, director del Centro de análisis estratégico y tecnológico de Moscú (CAST), no debe sorprender que Rusia importe material militar: “La Unión Soviética fue una excepción”, afirma, recordando la autosuficiencia de un complejo militar industrial capaz por entonces de satisfacer todas las necesidades del Ejército Rojo. Y añade: “Incluso Estados Unidos, que goza de un presupuesto de defensa equivalente a la mitad de los gastos mundiales en ese rubro, compra armas en el exterior. Proveyéndose en otras latitudes, el gobierno ruso mantiene la presión sobre la industria de defensa nacional para incitarla a ser aún más competitiva, tanto en calidad como en los precios y en los plazos de entrega”.
En el futuro, y sobre todo si las conversaciones en curso sobre una remilitarización masiva llegan a buen término, el ministerio de Defensa recurrirá cada vez más frecuentemente a proveedores extranjeros, aunque Serdyukov no excluye la compra de tecnologías de defensa de origen nacional. Por su parte, y a pesar de que el esquema sea un poco diferente, el ejército estadounidense adquiere cada vez más armas rusas, desde Kalashnikov hasta helicópteros de transporte. El Pentágono prefiere las tecnologías básicas, poco onerosas y de fácil mantenimiento, para dotar a sus nuevos aliados, anteriormente equipados con armas soviéticas. Es el caso de los 59 helicópteros de transporte de tropas Mi-17 que desea comprar por un monto global de 800 millones de dólares para destinar a Afganistán, Irak y Pakistán (9).

El fin de las veleidades imperiales

En la industria civil pueden verse los mismos signos de estancamiento. Desde hace varios años Moscú trata de reactivar el sistema de navegación satelital Glonass, construido también en la era soviética. Destinado a competir con el estadounidense Global Positioning System (GPS) y el europeo Galileo, el proyecto ruso fue abandonado en la década de 1990 bajo la presidencia de Boris Eltsine. En 2002 las autoridades decidieron ponerlo nuevamente en marcha, y anunciaron la puesta en órbita de 24 nuevos satélites con el fin de perfeccionar el sistema antes de 2011. En 2010, durante un lanzamiento, un accidente causó la destrucción de tres satélites, generando pérdidas por 348 millones de euros. Hoy en día, la eficacia del sistema Glonass es inferior a la de sus competidores, tanto en lo que hace a su precisión como a la cobertura territorial, lo que pone en tela de juicio la integralidad del programa (10). La aviación civil, por su parte, compra preferentemente cargueros de fabricación Airbus o Boeing, mientras sigue siendo muy incierto el futuro comercial del Superjet 100, el avión de transporte de pasajeros desarrollado por Sukhoi.
Las reformas militares aparecen como una constante en la vida política rusa desde hace veinte años (11). En la década del 90, la palabra “reforma” –considerada sobre todo un eufemismo– se usaba a menudo para evitar mencionar el tremendo derrumbe de las fuerzas armadas. La llegada de Putin coincidió con el comienzo de una nueva guerra en Chechenia. Por entonces, el ejército había recibido presupuesto suplementario y, más allá de las violencias perpetradas y de las innumerables pérdidas de vidas humanas –civiles y militares–, había logrado recuperar algo de su prestigio. El presidente Putin utilizó entonces ese aura simbólica para proyectar la imagen de una Rusia que recobraba su poderío. Por entonces, Putin había puesto nuevamente de moda la tradición de los desfiles militares en la Plaza Roja para conmemorar la victoria del 9 de mayo de 1945. Incluso en el desfile de 2007 restauró la demostración aérea de los bombarderos Tupolev.
Sin embargo, según lo asegura Fyodor Lukyanov, jefe de redacción de la prestigiosa revista Russia in Global Affairs, “Rusia ya no tiene veleidades imperiales”. Y añadió: “Putin tiende a presentar la Segunda Guerra Mundial como la guerra de Rusia, ocultando la participación de los demás países. La victoria en la ‘gran guerra patriótica’, como se la llama aquí, fue un factor de unificación para todos los ciudadanos soviéticos. Putin trabaja parar devolverle a Rusia su rango de gran potencia, y no para reconstruir el Imperio”.
El programa de reformas lanzado en 2008 y las colosales inversiones en tecnologías militares de vanguardia deberían dar sus frutos luego de 2020. ¿Cuál será entonces el aspecto de la defensa rusa? Según el periodista Andrei Soldatov, “esta política no le debe nada a la guerra ruso-georgiana. Es muy anterior”. De todas formas, en el ejército es percibida como una sanción y prevalece un sentimiento de malestar. En los últimos dos años varias unidades de fuerza especiales (Spetsnaz) que habían participado en aquel conflicto y contribuido a la victoria fueron desmanteladas; el servicio militar obligatorio fue abolido y cien mil oficiales fueron destituidos. Todo eso acabó generando movimientos de protesta entre las filas de ese cuerpo, habitualmente más bien pasivo y apolítico. El objetivo oficial es reducir los efectivos de 1.200.000 soldados a 1.000.000. Pero en realidad, los efectivos ya son inferiores a esa cifra, dado que rondan los 750.000 hombres.
Al firmarse el contrato Mistral con Francia, sólo Georgia y los tres países bálticos (Lituania, Letonia y Estonia) manifestaron su desaprobación. A pesar de que esas naves patrullarán en el Báltico y en el Mar Negro, ni Polonia ni Turquía emitieron la más mínima crítica, y con razón: en el estado actual de las cosas, Rusia no es capaz de amenazar militarmente a esas dos potencias medianas; sólo sigue figurando entre las grandes potencias por su anticuado arsenal nuclear. Detrás de los discursos enérgicos y de la retórica de fachada, el Kremlin parece obligado a ceder cada vez más ante las exigencias de Washington. Así, a pesar de la oposición rusa a la instalación de bases estadounidenses en Asia central, el apoyo logístico a las tropas de Estados Unidos en Afganistán transita por la red ferroviaria rusa. De la misma forma, en septiembre de 2010, ante la presión de Estados e Israel, Moscú debió anular un contrato de venta de misiles antiaéreos S-300 a Irán.
¿Cómo pudo producirse semejante desintegración? Alexandre Perendijiev, oficial del Ejército Rojo y de la armada rusa antes de convertirse en profesor universitario, atribuye la situación actual a una corrupción endémica: “Nuestros gobernantes consideran que el dinero basta para resolver los problemas. Sin embargo, fue precisamente para poner un poco de orden y tratar de eliminar ese fenómeno que Serdyukov, ex jefe de la inspección de finanzas, fue designado ministro de Defensa. Pero el sistema sólo podrá cambiar si se ejerce un real control público”. A pesar de las declaraciones voluntaristas del presidente Medvedev, no es seguro que llegue a aplicarse una reforma tan profunda. Desde la Perestroika (12), y durante las diferentes fases de conversión que siguieron, el complejo militar industrial fue víctima de una falta de planificación y de visión política respecto del papel que tendrá en la nueva economía.

Un plan de modernización insuficiente

Mientras los círculos del poder debaten una vez más sobre la “modernización” del país, todo el mundo se esfuerza cuidadosamente por evitar la palabra “reforma”, lo cual muestra hasta qué punto ese término remite al traumatismo vivido durante el derrumbe del bloque del Este y a los esfuerzos de Mijail Gorbachov por hacer evolucionar el sistema soviético. Por lo tanto, las reformas no figuran en el orden del día, lo que no le impide a Medvedev y a sus colaboradores reconocer que el país es quizás demasiado dependiente de las exportaciones de petróleo y de gas, y que sus estructuras económicas se volvieron obsoletas… Los minerales constituyen hoy en día el 70% de las exportaciones, contra el 5% de los productos industriales (13). Si el plan de modernización de Medvedev se limita a luchar contra la corrupción de la burocracia y a inyectar en la economía una cierta dosis de desarrollo técnico y tecnológico, en poco tiempo se mostrará insuficiente y hasta superficial para muchos observadores.
¿Es posible establecer una conexión entre el debate actual sobre la modernización y las sumas astronómicas prometidas al sector de la defensa? No parece para nada evidente: Medvedev propone invertir 2.000 millones de dólares en la creación de un Silicon Valley a la rusa en Skolkovo, en la región de Moscú (14), mientras que Oxana Gaman-Golutvina, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Moscú, estableció una lista de 32 polos científicos del país que están financieramente abandonados.
Las políticas propuestas parecen hacer total abstracción de las realidades vividas en las infraestructuras científicas heredadas de la era soviética, y también parecen querer ignorar lo que aún subsiste del antiguo sistema en la industria de defensa. Así, resulta sorprendente que las nuevas propuestas no incluyan ninguna conexión entre el desarrollo de las altas tecnologías y la industria militar. Desde Gorbachov hasta Eltsine, y de Putin a Medvedev, hay una constante: cada uno de ellos, a su manera, subestimó el potencial de la industria de defensa. Lukyanov resume la situación de esta manera: “La conversión operada durante la Perestroika consistió en fabricar cacerolas en fábricas creadas para fabricar aviones supersónicos. Durante las reformas Gaidar [por Iegor Gaidar, primer ministro desde junio hasta diciembre de 1992] en la década del 90, no sabían qué hacer con el complejo militar-industrial. Entonces, se lo aisló del resto de la economía, dejándolo depender de las exportaciones. Ya no formaba parte del sistema económico nacional”.
Un análisis minucioso del complejo militar-industrial ruso desmiente varias leyendas que aún circulan sobre ese país. En primer lugar, la más difundida desde 2008 y el conflicto ruso-georgiano: la de una vuelta a la guerra fría. Suponiendo que Moscú tuviera la capacidad de hacerlo, no tiene ningún interés en amenazar al comando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y menos aún a la propia alianza. Otra falsa idea: la de un Putin opuesto a la oligarquía heredada de la presidencia Eltsine para crear un régimen manejado por la ex KGB y el Estado Mayor de las fuerzas armadas. Esta idea se ve reforzada por el mantenimiento en detención del oligarca Mikhail Khodorkovski, ex presidente de la firma petrolera Iukos, encarcelado desde 2004. Oxana Gaman-Golutvina no piensa lo mismo: ella considera que, efectivamente, “el entorno de Putin proviene del FSB [organismo que reemplazó a la KGB] y del ejército, pero, si bien esa influencia es real, se ejerce en primer lugar sobre el sector de las exportaciones de energía”.
Los dirigentes soviéticos y rusos jamás pensaron en aplicar las altas tecnologías a la industria de defensa para hacer de ellas el elemento central de sus reformas y de sus proyectos de modernización. Bajo el régimen soviético, ese sector, caracterizado por un funcionamiento opaco, que lo tornaba particularmente resistente a cualquier cambio (15), devoraba enormes cantidades del presupuesto nacional. Los reformadores del periodo Gorbachov no imaginaron que algún día pudieran emanar cambios positivos del complejo militar-industrial; por lo tanto, optaron por trabajar contra él, en lugar de apoyarlo. A partir de entonces, reforma tras reforma, nadie supo verdaderamente sacar partido de los sectores más avanzados de la industria nacional de defensa. Por no apreciar su valor, sencillamente se los dejó morir. Medvedev, por su parte, intenta imponer un plan de modernización aunque, temiendo las consecuencias sociales y políticas de esas reformas, por ahora se limita a elogiar el modelo del Silicon Valley estadounidense. Un país dotado de gas, de petróleo y de otros recursos mineros, cuya explotación permite a sus dirigentes contar con enormes ganancias, ¿puede sin embargo ignorar el desarrollo de las tecnologías de vanguardia? 
 
1. Un estudio publicado por expertos rusos habla de seis aviones derribados, la mitad –al menos– por las mismas tropas rusas desde tierra. Ver Rouslan Poukhov, “Les chars d’août”, CAST, Moscú, 2010, www.cast.ru
2. Nezavisimaya Gazeta, Moscú, 9-10-10.
3. Ria Novosti, 25-11-10:
http://en.rian.ru/mlitary_news/20101125/161496063.html
4. Bloomberg, 18-3-2011, www.bloomberg.com/news/2011-03-18/medvedev-says-russia-to-triple-military-salaries-next-year-1-.html
5. William E. Odom, The Collapse of the Soviet Military, Yale University Press, New Haven, 1998.
6. “‘Second-hand’ Gorshkov costlier than new warship: CAG”, The Times of India, 24-7-09.
7. “Russia’arms exports to reach records 10 bln dollars in 2010”, Ria Novosti, 28-10-10, http://en.rian.ru/mlitary_news/20101028/161115404.html
8. “Israel signs $400 million deal with Russia”, United Press International, 15-10-10, www.upi.com
9. “On Pentagon wish list: Russian copters”, The Wall Street Journal, Nueva York, 8-7-10.
10. “Russia to launch new batch of Glonass satellites by June”, Ria Novosti, Moscú, 25-1-11.
11. Vicken Cheterian, “Mientras Chechenia consume todos los recursos”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, septiembre de 2000.
12. Nombre dado al programa de reformas lanzado en 1985 por Mijail Gorbachov.
13. “Medvedev calls for economy reform”, BBC News, Londres, 12-11-09.
14. “Russia’s Skolkovo may cost $2 billion in next 3 years- Vekselberg”, Ria Novosti, 1-6-10.
15. Archie Brown, The Gorbachev Factor, Oxford University Press, 1996, página 159.

* Profesor de Historia y Relaciones Internacionales en la Universidad de Ginebra.

Traducción: Carlos Alberto Zito

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