Los turcos de Alemania
Banderas rojas con medialuna y estrella blancas, afiches y pancartas en turco: el domingo 10 de febrero de 2008, el Kölnarena, estadio cubierto a orillas del Rin, en Colonia, presenta aires de mitin electoral en la Turquía profunda para recibir al [ex] primer ministro turco. Ante veinte mil compatriotas, representativos de los dos millones seiscientos mil personas que cuenta la comunidad turca en Alemania, Recep Tayyip Erdogan [actual presidente] brindó un discurso vigoroso, alentándolos a estar orgullosos de sus orígenes y animándolos a ocupar el lugar que les corresponde en Alemania y en Europa.
Crímenes xenófobos
“Puedo sentir los aromas y la sensibilidad que trajeron desde Anatolia –les dijo–. Dondequiera que vayamos, llevamos amor y amistad. No nos interesan el odio y la violencia.” Dos días antes, el jefe de gobierno de Ankara había ido a apaciguar las tensiones entre comunidades en Ludwigshafen, frente al edificio en el que nueve turcos –hombres, mujeres y niños– habían perdido la vida, quemados vivos en un incendio, el 6 de febrero. Los medios de comunicación turcos hablaron de atentado racista, pero la investigación demostraría que estaban equivocados.
No obstante, el recuerdo de los crímenes xenófobos de Solingen dejó sus marcas en Alemania: el 29 de mayo de 1993, en esa pequeña ciudad de Renania del Norte-Westfalia, tres jóvenes neonazis prendieron fuego a una casa habitada por una familia turca, matando a cinco de sus miembros.
“Entiendo que les moleste que les hablen de asimilación, nadie se las puede imponer –recalcó Erdogan frente a la multitud–. ¡No están aquí de paso!”, continuó, llamando a sus “queridos hermanos y hermanas” a aprender el alemán y a enseñárselo a sus hijos al igual que su lengua de origen. También insistió en que los padres envíen a sus hijos a las mejores escuelas, para que éstos se integren a las elites de la sociedad alemana.
Asimismo invitó a sus compatriotas a reforzar su peso y su influencia en la vida política: “Los cinco millones de turcos que viven en Europa no son invitados, sino parte constituyente de la sociedad europea”, concluyó el [ex] Primer Ministro, al tiempo que volvía a rechazar la “asociación privilegiada” que proponía a Turquía la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel, acompañada en ese punto por el [ex] presidente francés Nicolas Sarkozy. Para Erdogan no hay solución de recambio a la integración de Turquía a la Unión Europea.
Asimilación o integración
Tamaño énfasis puso en alerta a los medios de comunicación alemanes así como a muchos dirigentes políticos, e irritó profundamente a la Canciller. Al día siguiente, Merkel le reprochó a su homólogo turco que ofreciera a sus compatriotas una idea falsa de la integración: ésta –afirmó– implica acomodarse a las tradiciones de la sociedad en la que se vive. “Quien posea la nacionalidad alemana –insistió– es un ciudadano sin reservas, cuya lealtad se ejerce respecto del Estado alemán. Creo que volveremos a hablar del tema con el primer ministro turco.”
Más sereno, el ministro del Interior alemán [actual ministro de Finanzas], Wolfgang Schäuble, subrayó, en cambio, que para él “Erdogan no trabaja en contra nuestro. Estima que no se debe forzar a la gente a renunciar a su cultura ni a su identidad, y tiene toda la razón. Nosotros también estamos a favor de la protección de las minorías culturales”.
Es cierto que Schäuble tiene una experiencia distinta que Merkel al respecto. Es el creador de la Conferencia sobre el Islam, que apunta a institucionalizar, junto con las organizaciones musulmanas, en su mayoría turcas, la representación oficial de la comunidad en Alemania. La inmigración turca hace moverse a la República Federal, que en 2005 finalmente se reconoció como un “país de inmigración”.
Las raíces de las relaciones germano-turcas tienen una larga historia, que data de la época del expansionismo de Otto von Bismarck y la decadencia del Imperio Otomano. Es en ese doble contexto que el emperador Guillermo II selló, en 1888, el acuerdo con el sultán Abdul Hamid II. El general prusiano Colmar Freiherr von der Goltz –conocido como “Goltz Pashá”– recibió el encargo de reorganizar el ejército otomano, y los futuros cuadros de los Jóvenes Turcos de Mustafá Kemal Atatürk viajaron a Alemania a profundizar su formación.
Doble nacionalidad prohibida
El acuerdo para “incentivar a los trabajadores turcos a ir a trabajar a la República Federal” se remonta, por su parte, a medio siglo: se firmó en octubre de 1961 para responder a la demanda del mercado laboral. En ese entonces, sólo ciento ochenta mil trabajadores alemanes se encontraban oficialmente desempleados, y más de quinientos mil puestos de trabajo estaban sin ocupar. Los “trabajadores invitados” (Gastarbeiter) de Anatolia ya eran más de novecientos mil cuando Alemania frenó el movimiento en 1973. La reagrupación de las familias drenó cada año alrededor de doscientas mil personas de Anatolia hacia Alemania.
En la década de 1980, había un millón y medio de turcos en Alemania. En 2005 eran dos millones seiscientos mil. Hoy, uno de cada tres adoptó la nacionalidad alemana. Este movimiento de naturalización tuvo su pico en el año 2000, pero desde entonces se ha frenado. Sin lugar a dudas, la prohibición de la doble nacionalidad promulgada por Berlín en 1997 hizo temer a los turcos la pérdida de sus derechos en su país de origen si renunciaban a su pasaporte turco (1).
Un modelo para Ankara
Pero, desde los años 1950, las relaciones entre ambos países también se fortalecieron en el terreno económico. Alemania es el primer exportador hacia Turquía (alrededor de 14.500 millones de euros). Unas dos mil setecientas empresas alemanas –incluidas pesos pesados como BASF, Mercedes o MAN– están establecidas en Turquía. Así, un tercio de los colectivos Mercedes que circulan en Alemania fueron construidos en Estambul. De manera recíproca, Alemania es el primer importador de productos turcos (9.100 millones de euros en 2006).
Por último, sesenta mil jefes de empresa y comerciantes turcos emplean a más de ciento sesenta mil asalariados, un tercio de los cuales es alemán, en la República Federal, en todas las ramas de la industria y de los servicios. El döner kebab, cuya venta es monopolizada por los turcos desde hace mucho tiempo, destronó parcialmente a la salchicha.
Para muchos cuadros y políticos turcos, que a menudo terminaron sus estudios en el país vecino, la Alemania contemporánea es un ejemplo. Y particularmente por su gestión de la influencia de las religiones y el peso de las iglesias. La democracia cristiana alemana (Unión Demócrata Cristiana – Unión Cristiana Social, CDU-CSU) es un modelo que inspira al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de los musulmanes demócratas y reformistas.
De hecho, el [ex] ministro del Interior Schäuble no percibe al [ex] primer ministro turco Erdogan como un islamista, sino como un “musulmán creyente” para el que siente “en ese aspecto, el mayor de los respetos”.
1. Véase también Brigitte Patzöld, “Cabezas de turco en Alemania”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, noviembre de 1999.
Este artículo forma parte del Explorador Turquía
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* Periodista, Berlín.
Traducción: Pablo Stancanelli