TROPAS FRANCESAS EN ÁFRICA

¿Arde Mali?

Por Philippe Leymarie*
El pasado 11 de enero Francia decidió finalmente intervenir en Mali por tiempo indeterminado y, según sus portavoces, para evitar la creación de un “Estado terrorista”. Radiografía de un conflicto de consecuencias impredecibles....
Miembros del grupo Ansar Dine en Kidal, Malí, 16-6-12 (Stringer/Reuters)

“¿Qué otro país conoce semejante concentración de crisis?”, se lamentaba a principios de diciembre, en Bamako, Cheaka Aboudou Touré, el representante especial de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) en Malí. Crisis política: todas las instituciones están en peligro desde el golpe de Estado de marzo de 2012, que produjo el derrocamiento del presidente Amadou Toumani Touré (ATT) (1). De seguridad: un ejército desmoralizado, subequipado, cuyos generales ya no usan uniforme. Territorial: un país partido en dos, con un Norte controlado por movimientos islamistas (en particular Al-Qaeda en el Magreb Islámico, AQMI) que se sumaron a la rebelión tuareg, en un trasfondo de criminalidad de fronteras. Humanitaria, por último, con ochocientos mil refugiados y desplazados. Y, sin embargo, concluía el diplomático togolés, el país vive, la población tiene energía, los hospitales funcionan: “¡Sólo faltan dirigentes a su altura!”

El representante de la Cedeao no terminaba de creer lo que decía. Algunos días más tarde, el 11 de diciembre, bajo la presión de los militares dirigidos por el capitán Amadou Haya Sanogo, autor del golpe, el Primer Ministro presentaba penosamente su “dimisión” en la televisión. Cheik Modibo Diarra ya no tenía mucho prestigio a pesar del “fantástico CV” con el que se había presentado en el momento de su nombramiento, el 17 de abril último. El ex ministro Tiebilé Dramé, jefe del Partido para el Resurgimiento Nacional (PARENA) y candidato regular en las elecciones presidenciales se preguntaba si, de todos modos, esto no había sido “un gran bluff”. Para él, el recorrido –de la National Aeronautics and Space Administration estadounidense (NASA) a la presidencia de Microsoft-África, con entradas en los palacios africanos y un poco de esa “conversación diaria con Barack Obama”– revela cierta mistificación: “Los autores del golpe querían un hombre nuevo; nos han traído un extraterrestre, sin experiencia en Estado, política o administración”.

Una serpiente de tres cabezas

La tensa situación dentro del aparato de transición instalado por la Cedeao, en colaboración con París, tres semanas después del golpe de Estado de marzo de 2012 era conocida: un triunvirato –primatura, presidencia y ejército– que en la embajada de Francia se presentó como la “menos mala de las soluciones”, pero que el cantante Salif Keita calificó amablemente de “serpiente de tres cabezas” (2). En efecto, los tres no se entendían ni sobre el retorno a la legalidad constitucional, ni sobre la actitud a adoptar frente a la crisis en el Norte: ¿había que esperar que la Unión Europea y la Cedeao vinieran a ayudar al ejército malí a reconstruirse, o lanzar sin tardar una ofensiva para retomar las ciudades caídas en manos de los rebeldes tuareg y grupos radicales islamistas hace justo un año?

Baba Haidar, diputado de Tombuctú expulsado de su circunscripción como todos los representantes del Norte, cuestiona también el inaceptable gobierno de tres cabezas: un capitán ex golpista “que se cree De Gaulle resistiendo a la ocupación”; un presidente interino de 70 años, impuesto por la Cedeao –Tiancoumba Traoré–, sin verdadera legitimidad, y un primer ministro, yerno del ex presidente Moussa Traoré (1968-1991), “que creía tener pleno poder y se dejó ganar por la ambición”. A este cuadro, el diputado de Tombuctú agrega “los desacuerdos sobre todo entre la sociedad y la clase política malí” y “la peligrosa irrupción de los religiosos en el juego político”: estos últimos han logrado imponer un código de la familia más restrictivo para las mujeres y la creación de un ministerio de culto.

El capitán Sanogo –considerado por sus partidarios como una suerte de Robin Hood, bastante popular en Bamako– hizo saber, de manera oficial, que los equipos desembarcados en Conakry están en camino a Bamako y que, a partir del momento en que sean afectados a las unidades, la ofensiva no será más “que una cuestión de horas”, sin esperar necesariamente la luz verde o el apoyo de la región y de Francia. Mientras tanto, en los alrededores de Mopti, milicias heteróclitas de autodefensa compuestas de songhai y de peuls, como los Ganda Izo (“Hijos del país”) o Boun Ba Hawi (“Más vale la muerte que la vergüenza”), a quienes los militares les cuesta calmar, están impacientes por lanzarse hacia el Norte, con cerbatanas y palos.

Un ejército debilitado

El ejército malí soporta la presión de la población, que no comprende que no se pueda poner fin a esta “ocupación extranjera”. ¿Pero puede actuar él solo? El golpe de marzo de 2012 pulverizó su cadena de mandos, con la revuelta de la tropa contra los oficiales superiores y la fractura, más tarde, entre boinas verdes (infantería) y boinas rojas (paracaidistas). Nueve meses más tarde, está lejos de estar listo, como lo reconoce el capitán Sanogo en privado. Sobre un ejército oficial de diez mil hombres, el país no dispondría de hecho más que de cinco mil efectivos “útiles” y sólo de dos mil elementos realmente motivados. Dos mil reclutamientos están programados en zona rural, dentro de una juventud más rústica y determinada que la de la capital. Pero todavía es poco frente a los cerca de cuatro mil combatientes –entre los cuales hay muchos bien entrenados en el desierto– desplegados por los grupos rebeldes en Malí del Norte: los independentistas tuaregs del movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA) y los grupos yihadistas, entre ellos AQMI y el Movimiento por la Unicidad y la yihad en África Occidental (MUJAO).

Según los expertos europeos, se necesitarían por lo menos de seis a ocho meses para reconstruir el aparato militar. Una ofensiva podría ser encarada a partir de septiembre próximo: fase 1, las ciudades y, eventualmente una fase 2, que necesitaría sin dudas un apoyo aéreo, volcado hacia los “feudos terroristas” en los macisos motañosos. El riesgo es que al ir a recuperar una o dos ciudades –una operación relámpago que puede tener éxito–, el ejército no pueda asegurar la retaguardia ni mantener su superioridad: “La motivación puede ser más fuerte enfrente. ¿Y un malí del Sur querrá y podrá luchar tan fácilmente en el Norte?”, se pregunta uno de los especialistas que recuerda que, entre enero y abril de 2012, en el Norte, los soldados se replegaron en desorden y abandonaron el lugar, traumatizados por la masacre de la guarnición de Aguelhok, cometida en enero por el MNLA y por Ançar Dine, que degollaban según los ritos yihadistas.

Desde la ofensiva del MNLA en las ciudades del Norte, en enero de 2012 –la tercera de ese tipo en veinte años–, los acuerdos entre el poder central y la minoría tuareg son muy criticados en la capital: son demasiado generosos, señala el ex ministro Dramé y, de hecho, desmilitarizaron grandes espacios que se convirtieron en “zonas grises” abiertas a todos los tráficos, incluso el de los yihadistas que hoy quieren radicar allí su “califato”. El ejército malí sería, según un periodista, “el único en el mundo de verse privado así de su territorio”.

La clase política –y la opinión pública– está “cansada del Norte”. Entre cansancio e indignación. La población vive junto a los desplazados, que con frecuencia están a su cargo. El argelino Saïd Djinnit, ex alto funcionario de la Unión Africana, actual representante especial de Naciones Unidas para África Occidental, causó indignación haciéndole decir a Ban Ki-Moon que los tuaregs malíes estaban marginados desde hace cincuenta años, cuando en realidad más de tres mil de sus soldados, entre ellos decenas de oficiales árabes y tuaregs, fueron integrados en el ejército a favor del Pacto Nacional concluido en enero de 1991. Muchos desertaron a principios de 2012 y algunos diputados tuaregs abandonaron la asamblea nacional para retomar las armas.

Un país dividido y enemistado

El MNLA es el enemigo público número uno en el Sur, donde se lo acusa de haber abierto la vía a los grupos radicales. Algunos atacan sin cuartel a un movimiento que, “minoría de minorías”, tendría “el micrófono como última arma”, o “un territorio tan grande como la pantalla de France 24 [el canal de televisión internacional]”. En la embajada de Francia, se confirma el efecto “devastador” de las intervenciones repetidas del MNLA en los medios franceses. Pocos comprenden por qué París o la mediación burkinesa se empecinaron en implicar al MNLA, ya que este no tiene ya ninguna gran ciudad en el Norte: Tombuctú está en manos de AQMI, el Mujao reina en Gao, y Ançar Dine controla Kidal.

El doctor Akory Ag Ikhnane, presidente del Colectivo de Residentes de la región de Kidal, teme que una operación militar resuelva en un abrir y cerrar de ojos todos estos movimientos, que “olvidarían sus pequeñas rivalidades”. Y que, tanto en el Norte como en el Sur, las poblaciones exasperadas se lancen a la “caza de tuaregs”. Sería el fin del Norte de Malí pluriétnico, durante tanto tiempo elogiado y ahora tan maltratado: ni siquiera él mismo, director de un laboratorio público, se siente tranquilo en Bamako.

Replegada sobre la capital, como la totalidad de los diputados, funcionarios y comerciantes del Norte, colgada del teléfono para estar al corriente de las últimas noticias, Oumou Sall Seck, alcalde de Goundam, denuncia el saqueo de su ciudad de dieciséis mil habitantes, en la ruta estratégica hacia Tombuctú: puertas rotas, ventanas arrancadas, objetos robados. “Los islamistas no dejaron ni un centro de salud, ni una farmacia. Los terrenos con huertas cultivadas por las mujeres fueron destruidos, las motobombas confiscadas”. Los jóvenes, armados con palos y piedras, tuvieron que rebelarse para impedir que a las mujeres, incluso con velos, se les impidiera comerciar o se las obligara a vender a través de una cortina, cuenta la vicepresidenta de la Coalición para Malí. Se atenta contra las antenas parabólicas que captan ondas “maléficas”. Algunas personas son detenidas por la policía islámica por el largo de la vestimenta, por consumo de alcohol o de tabaco, si es que no son lapidadas o amputadas por adulterio o robo. Un cuadro de Médicos del Mundo-Bélgica que opera en el Norte confirma que, además del zumbido periódico de drones no identificados, unos aviones misteriosos se detuvieron recientemente en Kidal y Tombuctú: “Víveres, armas, droga: no se sabe. La gente piensa que todo esto viene de Qatar”, indica Seck (3).

Los mediadores de la Cedeao estiman que las autoridades de transición de Bamako perdieron tiempo. “Esta vez, afirma uno de ellos, no se trata de que los países europeos tomen la delantera y los africanos los sigan: es una operación militar internacional bajo comando africano”. Se trata “de ayudar al ejército nacional a desempeñar los primeros roles, es la base del plan de operación de la Cedeao”, señala Dramé.

Algunos, preocupados por el precedente libio, donde París se hizo cargo de la operación, desconfían del activismo francés. Mohamed Tabouré, animador de la Coordinación de las Organizaciones Patrióticas de Malí (Copam), denuncia “una agresión de la OTAN, de Estados Unidos y de Francia, vía Libia primero: han hecho del Sahel un polvorín (4), después impusieron un poder de su preferencia, para preparar el recibimiento de la fuerza de la Cedeao”.

Por su lado, la organización subregional es consciente de no disponer de los medios logísticos necesarios para esta guerra asimétrica, en una zona montañosa y desértica a la cual ni los propios malíes del Sur están muy acostumbrados. “Para ir a la guerra hay que prepararse”, lanza Touré, que calculó que entre abril y noviembre de 2012 hubo once reuniones de los jefes de Estado Mayor de la región, cuatro del Consejo de Mediación y Seguridad y siete encuentros de jefes de Estado.

Sobre esta base los mediadores de la Cedeao –el burkinés Blaise Compaoré y el nigeriano Goodluck Jonathan–, manteniendo firmes algunos principios “no negociables” como la integridad nacional y la laicidad, consiguieron, con el apoyo de Argelia, que los movimientos de mayoría tuareg y el gobierno malí negociaran. O sea, en la práctica, resume Touré, “no secesión, no sharia, y ruptura con los narcotraficantes o terroristas internacionales”. Un programa muy amplio…

1. Véase Jacques Delcroze, “Tensiones cruzadas amenazan a Malí”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, septiembre de 2012.
2. Jeune Afrique, París, 2-12-12.
3. Además de que el emirato financia las escuelas religiosas, en agosto último, en Doha, fue concluido un acuerdo entre la Media Luna Roja catarí y la Cruz Roja malí. Fuerzas especiales cataríes fueron enroladas en Libia, en 2011, y en Siria, en 2012; un informe de la Dirección de Información Militar (DRM), en Francia, menciona una posible existencia de “consejeros” de Ançar Dine.
4. Véase “Comment le Mali est devenu une poudrière”, Le Monde diplomatique, París, abril de 2012.

* Este artículo fue publicado en la edición de enero de Le Monde diplomatique, París.

* Periodista.

Traducción: Florencia Giménez Zapiola

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