La desmundialización no es una mala palabra
Por Frédéric Lordon*
Como encaramadas sobre un vagón de una montaña rusa, las economías occidentales se bambolean de crisis en crisis. Las reuniones y cumbres “excepcionales” donde se juega la suerte de un país, de un continente, constituyen ya una rutina de los máximos responsables políticos. Pero ante este panorama se abre un posible camino de acción que parece prohibido. ¿Quién tiene miedo a la desmundialización?
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Al comienzo las cosas eran simples: estaba la razón –que procedía por círculos (con Alain Minc en el centro)–, y luego estaba la enfermedad mental. Los razonables habían establecido que la mundialización era la realización de la felicidad, y todos aquellos que no tenían el buen gusto de creer en...
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