¿EL FIN DE LA HERENCIA DE PINOCHET?

Los estudiantes al frente del cambio

Por Víctor Hugo De la Fuente*
Tras más de tres meses de iniciado el conflicto con los estudiantes, el gobierno de Piñera los convocó a una reunión el pasado 3 de septiembre, que continuará esta semana y donde podría abrirse una importante posibilidad de cambio.
Federica Matta

Cientos de miles de jóvenes se manifiestan en las calles, algo que no se veía desde los años finales de la dictadura (1). En tres meses de masivas movilizaciones, los estudiantes chilenos le han cambiado la cara al país y han puesto al gobierno derechista de Sebastián Piñera en una incómoda posición.

La sociedad chilena despertó tras dos décadas de estar semi adormecida, ya que de alguna manera se había conformado con la idea que no había ninguna alternativa al neoliberalismo.

“Está terminando una etapa de la historia del país. Se inició hace más de veinte años y ha abarcado cinco gobiernos. Comenzó llena de esperanzas cuando los chilenos pusieron fin en 1988 a una dictadura. Más allá de sus logros, la etapa postdictatorial acumuló desesperanza y frustración. Las promesas no realizadas han consolidado una sociedad profundamente injusta”, sintetiza un texto escrito por tres dirigentes de una nueva fuerza de izquierda (2). 

¿Dónde quedó el ejemplar “modelo chileno”, “el jaguar de América Latina”? Si hace cuarenta años, cuando el país era más pobre, la educación era gratuita, ¿qué ha pasado con el desarrollo y los altos índices de crecimiento?, ¿dónde está el dinero del progreso?, se preguntan los estudiantes.

El 28 de abril pasado, presagiando el gran movimiento que se desataría en junio, se realizó la primera movilización nacional de universitarios públicos y privados contra el alto nivel de endeudamiento que los estudiantes deben asumir para acceder a la educación superior (3).

En mayo comenzaron a percibirse vientos de cambio cuando treinta mil personas manifestaron en Santiago, y otros varios miles en diversas ciudades, contra el proyecto HidroAysén para instalar cinco mega represas en la Patagonia. Los opositores reaccionaron con rapidez en defensa del medio ambiente y en rechazo al gigantesco negocio de la multinacional Endesa-Enel, asociada al grupo chileno Colbún. Ese proyecto, respaldado por el gobierno y dirigentes de los partidos de derecha y de la Concertación (4), fue aprobado al margen de la opinión ciudadana, generando un amplio rechazo en todo el país. 

Poco antes habían tenido lugar importantes movimientos regionales, como en Magallanes contra el alza del gas y en Calama por obtener beneficios de la producción de cobre en la zona, así como huelgas de hambre de los mapuches por la recuperación de tierras. Luego se sumaron otras reivindicaciones: los damnificados del terremoto de febrero de 2010, que pasaron su segundo invierno en viviendas de emergencia, los sindicatos del cobre que paralizaron las minas y las marchas por el derecho a la diversidad sexual. Pero sin duda fueron los estudiantes secundarios y universitarios, con masivas huelgas, manifestaciones y tomas de escuelas, exigiendo educación gratuita y de calidad, los que trasformaron la situación dándole a las movilizaciones otra dimensión y arrinconando al gobierno de derecha.  

Cuestionar al sistema

El movimiento estudiantil se lanzó contra las bases mismas del sistema neoliberal, reivindicando el rol del Estado y pidiendo que la educación no sea considerada una mercancía. Exigen terminar con el sistema educacional, basado en el lucro, que dejó la dictadura militar. La consigna más coreada ha sido: “¡Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet!”.

Para lograr esos cambios de fondo han planteado la realización de una Asamblea Constituyente que elabore una nueva Constitución. Los estudiantes también proponen que la financiación para la educación gratuita se haga a través de la renacionalización el cobre y de una reforma tributaria (5). Buscan resolver el conflicto exigiendo más democracia, con la realización de un plebiscito para que la ciudadanía decida qué tipo de educación quiere el país. 

Los estudiantes denunciaron a la prensa oficial que criminaliza las manifestaciones y realizaron duras críticas tanto al gobierno de Piñera como a la Concertación. Tomaron el canal de TV Chilevisión, y también ocuparon las sedes de la ultraderechista Unión Demócrata Independiente (UDI) y del Partido Socialista.

Paralelamente, renace con fuerza la figura de Salvador Allende. Jóvenes disfrazados imitando al presidente socialista eran aplaudidos con entusiasmo en las manifestaciones donde aparecieron carteles como “Los sueños de Allende son posibles”. Los discursos del presidente mártir, pronunciados hace 40 años sobre la educación y la nacionalización del cobre, batieron récords de visitas en internet (6).

El movimiento estudiantil se caracterizó por su claridad política y también por su masividad y persistencia. Participaron estudiantes secundarios y universitarios, además de profesores, asociaciones de padres, ONGs y sindicatos. (7)

Al igual que en otras rebeliones en el mundo, se han utilizado las nuevas tecnologías, pero quizás lo principal sea que se trata de un movimiento democrático y participativo. Los estudiantes han buscado mantener una buena relación entre los liderazgos de los dirigentes y la participación de las bases, realizando asambleas donde todos opinan y deciden.

Mostraron gran creatividad en las protestas: cada día aparecían en las calles con una novedad: disfraces, bailes, imitaciones de suicidios colectivos, besos masivos, cuerpos desnudos pintados, carreras de días alrededor de La Moneda, imitación de predicadores, carteles ingeniosos… Buscan así no sólo llamar la atención, sino también integrar a otros sectores y demarcarse de los hechos de violencia callejera. Incluso repararon los daños causados al margen de las protestas, pintando fachadas de casas o juntando dinero para el propietario de un automóvil que resultó quemado.

La educación chilena

Si las movilizaciones han sido tan fuertes se debe fundamentalmente a lo injusto del modelo educacional chileno, implantado por la dictadura y desarrollado por los gobiernos civiles que la sucedieron. 

En la enseñanza primaria y secundaria hubo un boom de escuelas privadas o subvencionadas en las últimas tres décadas, que hoy día acogen al 60% de los alumnos. No existe una sola universidad pública gratuita ya que todas –tanto las públicas como las privadas– cobran altos aranceles, caso único en América Latina.

Menos del 25% del sistema educativo es financiado por el Estado y más del 75% restante depende de los aportes de los estudiantes. El Estado sólo consagra un 4,4 del PIB a la educación, bastante menos que el 7% recomendado por la UNESCO. Hoy existen 60 universidades en Chile, la mayoría privadas. Los estudiantes deben pagar entre 170.000 y 400.000 pesos chilenos  (250 y 600 euros) mensuales, en un país en que el salario mínimo es de 182.000 (menos de 300 euros) y el sueldo promedio 512.000 pesos (menos de 800 euros). 

Esta situación hace que el 70% de los estudiantes chilenos deba tomar un crédito universitario. El 65% de los quintiles más pobres no termina su carrera universitaria por problemas económicos (8).

Según el sociólogo Mario Garcés se trata de un sistema perverso, que deja a miles de jóvenes chilenos de clase media y baja endeudados apenas terminan de estudiar, ya que los créditos universitarios se empiezan a pagar desde el primer empleo. Garcés agrega que la educación dejó de ser un mecanismo de movilidad social en Chile y pasó a ser lo contrario: un sistema de reproducción de la desigualdad (9). 

¿Por qué ahora?

Es cierto que hubo movilizaciones estudiantiles durante los distintos gobiernos de la Concertación, incluyendo la de 2006, bajo la presidencia de Michelle Bachelet, conocida como “La revolución de los pingüinos” (por el color oscuro del uniforme y el blanco de la camisa de los secundarios de colegios públicos).

Sin embargo nunca, en los últimos veinte años, las protestas han sido tan importantes como las actuales. Durante dos décadas la Concertación administró el sistema intentando mantener el complejo equilibrio entre políticas de mercado y regulación estatal. Realizó algunas reformas, logrando disminuir los índices de pobreza y extrema pobreza, pero aumentando las desigualdades, dejando a Chile como uno de los 15 países más desiguales del planeta (10). Al comienzo, la Concertación contaba con la positiva imagen de haber contribuido a poner fin a la dictadura, pero el malestar y las críticas de la población se fueron acumulando y el endeudamiento de los estudiantes también. La injusticia del sistema se hizo flagrante con la llegada de un gobierno abiertamente de derecha, que maneja el país como una empresa.

Sebastián Piñera y los nuevos dirigentes llegaron con una concepción aún más fuerte de dejar la educación en manos del mercado. Esto colmó la paciencia de los jóvenes, que no vivieron en dictadura y están menos influenciados por el anti-estatismo.

Los conflictos de interés también contribuyeron a la rebelión estudiantil ya que el propio Ministro de Educación, Joaquín Lavín era fundador y accionista de la Universidad del Desarrollo (11).

El descrédito de la clase política alcanza un nivel elevado. Todas las encuestas de opinión muestran una baja persistente en el apoyo a los partidos de derecha en el gobierno y también en el apoyo a la hoy opositora Concertación.

Los jóvenes confían sólo en sus propias fuerzas y en la de los movimientos sociales, pero no en los partidos ni en las instituciones, rechazando la mediación de políticos e incluso de la Iglesia.

Para enfrentar las movilizaciones, el gobierno ha utilizado el diálogo y la represión, volcándose cada vez más hacia la criminalización del movimiento. La prensa oficial –es decir, casi toda– ha sobredimensionado las acciones violentas desencadenadas sobre el final de muchas manifestaciones, impulsadas en realidad por grupos marginales, algunos delincuentes o infiltrados e incluso policías, que luego fueron denunciados con videos y fotografías (12). 

El 4 de agosto pasado ha quedado como “el jueves negro” para el gobierno. El presidente Sebastián Piñera dijo “todo tiene un límite” y el Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, negó el derecho a los estudiantes a manifestarse por la Alameda, como ya se había hecho habitual. La represión fue sistemática durante todo el día, siendo detenidos, según las propias cifras oficiales, 874 estudiantes. La respuesta de la ciudadanía no se hizo esperar y esa misma noche renacieron las manifestaciones callejeras, los “cacerolazos”, en todos los barrios y ciudades de Chile. El gobierno, con su intransigencia, transformó la marcha en una Protesta Nacional, como en tiempos de la dictadura. Ese mismo 4 de agosto la influyente encuesta CEP le otorgó a Sebastián Piñera sólo un 26% de apoyo, la apreciación más baja para un presidente desde el regreso de la democracia (13).

Los estudiantes persisten en sus movilizaciones, rechazan las propuestas del gobierno de rebajar el interés del crédito y exigen un cambio radical del sistema y se unen a los demás movimientos sociales. Participaron en el Paro Nacional del 24 y 25 de agosto pasado y siguen pidiendo un plebiscito para que sean los chilenos los que decidan democráticamente. Sea cual sea la continuidad de las movilizaciones, ya nació una nueva forma de hacer política, desde los movimientos sociales. Los jóvenes chilenos están abriendo las grandes alamedas de las que habló Allende (14).

1. La mayor manifestación desde 1990 fue la del Primer Foro Social chileno en 2004, contra la visita de Georges W. Bush, que reunió 70.000 personas. El actual movimiento, desde junio ya ha realizado cinco marchas con más de 200.000 personas.

2. Jorge Arrate, Sergio Aguiló y Pedro Felipe Ramírez (miembros del Movimiento Amplio de Izquierda, MAÍZ), “El pueblo contra las dos derechas”, Le Monde Diplomatique, edición chilena, agosto de 2011. Puede consultarse en www.movimientoampliodeizquierda.cl

3. Camila Vallejo, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y dirigenta de la Confederación de Estudiantes (CONFECH) www.camilapresidenta.blogspot.com

4. La Concertación por la Democracia es una alianza de centro izquierda, hoy compuesta por cuatro partidos –el Partido Socialista (PS), el Partido por la Democracia (PPD), el Partido Demócrata Cristiano de Chile (PDC) y el Partido Radical Social Demócrata (PRSD) – que gobernó los últimos veinte años.

5. La empresa estatal Corporación Nacional del Cobre de Chile (CODELCO) nunca fue privatizada, pero la dictadura abrió nuevas concesiones mineras a las empresas multinacionales y la Concertación siguió ese mismo camino. Hoy el 70% del cobre chileno es explotado por empresas extranjeras (www.defensadelcobre.cl)

6. www.lemondediplomatique.cl/Discurso-pronunciado-por-Salvador.html y www.lemondediplomatique.cl/Hace-40-anos-el-11-de-julio-de.html

7. En cada barrio los vecinos juntan ayuda para los liceos tomados. Según los sondeos, el apoyo ciudadano a las movilizaciones estudiantiles se sitúa entre el 75% y el 80% (www.accionag.cl).

8. Estudio sobre las causas de la deserción universitaria. Centro de Microdatos, Departamento de Economía, Universidad de Chile, www.microdatos.cl

9. Mario Garcés Durán, director de la Organización No Gubernamental chilena ECO Educación y Comunicaciones, en declaraciones a BBC Mundo.

10. Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe (PNUD), 2010, hdr.undp.org/es/informes/regional/destacado/RHDR-2010-RBLAC.pdf

11. El Ministro Joaquín Lavín tuvo que ser sacado del Ministerio de Educación, en pleno conflicto, el 18 de julio pasado, aunque Piñera lo mantuvo en el gabinete como Ministro de Planificación. El nuevo Ministro de Educación es Felipe Bulnes, ex Ministro de Justicia.

12. www.chilevision.cl/home/content/view/370956/81

13. www.cepchile.cl

14. En su último discurso, el 11 de septiembre de 1973, desde La Moneda, Salvador Allende señaló “mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

* Director de la de Le Monde diplomatique, edición chilena (www.lemondediplomatique.cl).

© Le Monde diplomatique, edición Chile

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