¿Qué se juega en las PASO?
Periodistas, analistas y observadores varios festejaron el fin de la campaña rumbo a las PASO, a la que calificaron como una de las más vacías de contenido de la historia reciente. La apreciación parece justificada: el público recordará los spots bizarros, los candidatos hablando zonceras, las discusiones sobre nada y los pasos de tik tok como las marcas de una elección en la que una parte de los postulantes decidió evadirse de la realidad.
Sin embargo, detrás de toda esta estética de la frivolidad, tal vez desconcertante para un votante afectado por la malaria y la pandemia, la campaña tuvo rasgos inusualmente programáticos. En su último editorial, José Natanson se refirió a esta asincronía anímica como una convivencia entre apatía y polarización (1). A diferencia de las cinco primarias anteriores, que fueron primeras instancias de un ciclo electoral en dos tramos, en 2021 las PASO y las generales son elecciones verdaderamente diferentes. La primaria es para definir quién conduce los partidos y los frentes electorales, y la general será una competencia abierta entre gobierno y oposición por los votos de la mayoría. Y en esta peculiar primaria, la más democrática hasta la fecha, los líderes establecidos y seguros de sí mismos se vieron sorprendidos por sus desafiantes internos. Una batalla de ideologías que nadie previó.
La radicalización de la Ciudad
Una escena que ilustra lo ocurrido fue la entrevista de Viviana Canosa a Horacio Rodríguez Larreta a escasas horas del inicio de la veda electoral. Consultado sobre la votación por venir, el jefe de Gobierno afirmó, convencido, que “los porteños que valoran lo que hemos hecho en la Ciudad, las calles que no se inundan más, el Metrobus que nos permite llegar más rápido a nuestras casas, la Policía que redujo el delito, todos ellos van a acompañar a nuestra lista, que encabeza María Eugenia Vidal”. La periodista lo miró extrañada, y muchos de quienes los veíamos por televisión probablemente también. Es que el discurso municipalista, marca registrada de la comunicación PRO, pese a ser bien conocido y un producto probadamente exitoso en oportunidades anteriores, en 2021 sonó fuera de tiempo y lugar. Como un recorte de una campaña de 2014, y en otra ciudad. Sucede que en estas PASO la lista de Vidal y Larreta está asediada por dos alternativas por derecha, las que lideran Ricardo López Murphy y Javier Milei, que operaron en otra frecuencia. El ex ministro de Economía pidió el voto asegurando que “el modelo ha fracasado, la Argentina necesita una gran reforma estructural”. Milei prometió “dinamitar el sistema desde adentro”, mientras cita a autores austríacos nacidos en el siglo XIX. Bien lejos, ambos dos, de discutir metrobuses y alcantarillas.
Ese clima ideológico fue el que descolocó a Vidal durante estas largas semanas de campaña. En 2015, Vidal había dejado un distrito relativamente tranquilo y asegurado, donde la fórmula para ganar elecciones combinaba la satisfacción con la gestión local con algún ingrediente antikirchnerista. Esa fórmula servía incluso como modelo para otros distritos. Pero durante los cuatro años en los que estuvo al frente de la provincia la Ciudad cambió, más que ningún otro lugar del país. La Capital se convirtió en la sede nacional del giro a la derecha, que está representado por los “halcones” cambiemitas y los libertarios. Tarde, Larreta y Vidal terminaron de descubrir que su propio bastión ya no estaba asegurado y que no se habían preparado lo suficiente para la nueva era.
Patricia Bullrich por dentro, Milei por fuera y López Murphy con un pie en cada vereda; todos representan en el fondo el mismo desafío: la posibilidad de reconducir al frente opositor hacia una versión más conservadora. Jaime Duran Barba, en el tramo final del gobierno de Cambiemos, observó que se venía otro tiempo regional, y propuso sustituir el modelo de timbreos, cercanía y orientación al servicio por un estilo más populista y confrontativo. Larreta y Vidal aún siguen convencidos de que la estrategia inicial del cambiemismo, con el agregado de una política generosa de alianzas con radicales y peronistas moderados, es la que produce triunfos nacionales. El microclima porteño hoy no los acompaña, pero deben Laerrta y Vidal estar mirando con atención lo que sucede en Brasil: quienes en 2018 bregaban por la derechización de Cambiemos lo hacían bajo el influjo del ascenso de Jair Bolsonaro, que hoy se encuentra en su peor momento político. Cabe preguntarse, entonces, si una derrota política y moral del bolsonarismo no tendría también un impacto local.
La rebelión de los votantes kirchneristas
Mientras Canosa entrevistaba a Larreta, en la ciudad de Santa Fe tenía lugar una escena no menos impactante. En el cierre de campaña de una de las dos listas al Senado del Frente de Todos, la de Marcelo Lewandowski y Marilin Sacnun, se emitía un video de tres minutos en el que Cristina Kirchner llamaba a votar por ellos. Lewandowski y Sacnun son apoyados por Cristina, Alberto Fernández y el gobernador Omar Perotti, quien además se presenta como candidato a senador suplente, con su foto en la boleta. Todo este poder institucional de los oficialismos nacional y provincial se hizo sentir, también, en la publicidad callejera. Quien los enfrenta es nada menos que Agustín Rossi, una de las figuras más importantes del kirchnerismo, que no paró de decir en estas semanas que el verdadero kirchnerista es él.
El límite que el electorado kirchnerista le está poniendo a Cristina Kirchner en Santa Fe es parte de un fenómeno más amplio, poco explicitado aún pero bastante conocido ya: el malestar de la base oficialista con su propio gobierno.
Lo sorprendente del acto de cierre fue que Cristina envió el video a pesar de que las encuestas dicen que Agustín Rossi tiene chances de imponerse a sus rivales internos y asegurarse la candidatura del Frente de Todos en Santa Fe. La gran mayoría de los cristinistas santafesinos ya se enteró de cuál es la preferencia de la vicepresidenta, pero una parte importante de ellos parece no hacerle caso en esta oportunidad. Cristina no se está enfrentando a Rossi, su leal jefe de bancada, sino a sus propios votantes.
Al mismo tiempo que la lista de Perotti, Alberto y Cristina hacía su cierre de campaña, Agustín Rossi emitía un modesto vivo de Facebook en conversación con Dady Brieva, el más kirchnerista de todos los kirchneristas santafesinos. Brieva también sigue declarando su incondicionalidad cristinista, pero así y todo votará a Rossi.
La situación es inédita: hasta hace poco tiempo, el sentido común de la política argentina decía que el dirigente kirchnerista que se insubordinase a las decisiones de Cristina estaba condenado al exilio (Florencio Randazzo), que del exilio se podía volver sólo cuando se hiciesen las paces con la ex presidenta (Alberto, Sergio Massa) y que el votante del núcleo duro acataba todas las directivas. Pero Rossi no se va, los votantes ya no acatan, y nadie sabe exactamente qué sucederá si Rossi gana la primaria. Todos esperan que Cristina lo reciba en el Instituto Patria, con fotos distendidas y sonrientes, y hasta se especula con un reingreso de Rossi al gobierno, ya oxigenado por el éxito electoral, para reforzar el perfil político peronista de una Casa Rosada que despierta poco entusiasmo.
Otro país
Todas estas especulaciones, al igual que el Metrobus larretista y su instistencia en la política municipal, tal vez no sean otra cosa que un intento de aferrarse a la idea de que las cosas siguen siendo como antes. El límite que el electorado kirchnerista le está poniendo a Cristina Kirchner es parte de un fenómeno más amplio, poco explicitado aún pero bastante conocido ya: el malestar de la base oficialista con su propio gobierno. Un gobierno peronista de vacas flacas, que prometió asado y no cumplió. Por eso es tan importante lo que sucede en Santa Fe: porque puede ser una señal de que puede surgir un kirchnerismo más ideológico y con expresión electoral si Cristina Kirchner gira al pragmatismo más rápido que sus mismos seguidores.
1. https://www.eldiplo.org/267-el-virus-de-la-antipolitica/el-extrano-pais-de-la-apatia-y-la-polarizacion/
* Politólogo.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur