EDICIÓN - MAYO 2025

Desigualdad, responsabilidad y dinero: la era de la compleja acción climática

Por Tais Gadea Lara*

Huracanes, olas de calor, sequías, inundaciones, incendios. Cada mes hay algún evento climático extremo en algún lugar del planeta. Cada mes se evidencian los impactos del cambio climático antropogénico, por más que algunos lo quieran negar.

“Pero en mi época también ocurría esto”, diría cualquier tío negacionista en el almuerzo familiar o el líder político negacionista de turno en su red social favorita, X. Sí, son eventos que antes también ocurrían. No, no son producidos por el cambio climático cual causa-efecto. Lo que el cambio climático sí hace es alterar las variables que afectan su desarrollo. Lo que genera es que esos eventos sean más frecuentes, que duren más, que tengan características cada vez más extremas. El cambio climático los intensifica.

En 2024 se reportaron 605 eventos climáticos extremos alrededor del mundo con una mayoría de olas de calor, lluvias e inundaciones que incidieron en la infraestructura, las actividades productivas, la economía, la salud y la supervivencia humana (1). Y todo ello es peor en el mundo en desarrollo. De los 10 países más impactados por eventos climáticos extremos de 1993 a 2022, siete son países del Sur global: Dominica, China, Honduras, Myanmar, India, Vanuatu, Filipinas (2).

La ciencia afirma con claridad: no hay región del planeta exenta a los impactos del cambio climático (3). Pero no todas se ven afectadas en igual medida.

Un problema común

La Revolución Industrial fue el inicio y la consolidación del modelo de producción en serie, el trabajo en las fábricas, la concentración en las ciudades, el desarrollo de la máquina a vapor, la expansión de los ferrocarriles y el boom del comercio. Todo gracias a la explotación de los combustibles fósiles que vieron su auge como revolucionarias fuentes de energía. El carbón fue la estrella inicial, seguido del petróleo y —lejos de ser natural, también fósil— el gas.

Esta explotación —para iluminarnos, para trasladarnos, para cada acción de nuestra vida cotidiana— genera emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs). A más emisiones, mayor la retención de calor en la atmósfera. Así, el planeta se calienta. Así, comenzamos a alterar el sistema del clima. Aunque el plural no es un colectivo literal, o no debiera serlo.

El Norte global es responsable del 92% del daño causado por el colapso climático.

De 1850 a 2021, y manteniéndose siempre en el podio, Estados Unidos ha sido el país que más emisiones de dióxido de carbono (CO₂), principal GEI, ha generado. Considerando los sectores de energía y de agricultura y ganadería, el gigante del Norte es el responsable del 20% de las emisiones globales históricas (4). Se trata del mismo Estados Unidos que hoy preside por segunda vez un Donald Trump que niega la ciencia, desmantela políticas ambientales y desvincula a su país de sus responsabilidades multilaterales climáticas.

Con una carrera de crecimiento aplastante, China, hoy el país más emisor, ascendió al segundo lugar como emisor histórico recién en 2007, marcando una amplia diferencia con su enemigo comercial en la responsabilidad histórica: 11%. El Reino Unido, responsable del 3% de las emisiones globales acumuladas, se posiciona en el octavo lugar, por debajo de India. Pero el ranking cambia por completo cuando se le suman las emisiones de los países que estuvieron bajo su poder durante el régimen colonial: sus emisiones históricas se duplican y lo elevan al tercer lugar. Las de India, por el contrario, se reducen en un 15% (5).

El antropólogo economista de Suazilandia, Jason Hickel, considera que el sufrimiento del Sur global ha sido doble: primero, con la apropiación de recursos y mano de obra que impulsó el auge industrial del Norte; hoy, con la apropiación de los bienes comunes por las emisiones industriales de aquellos (6). Ese Norte, apenas el 19% de la población global, es responsable del 92% del daño causado por el colapso climático. América Latina, África y Oriente Medio, sólo del 8% (7).

Una responsabilidad diferenciada

Para hacer frente al cambio climático, países desarrollados y en desarrollo consensuaron en 2015 el Acuerdo de París como instrumento de acción común, siendo el Principio de Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas (PRCD-RC) uno de sus ejes transversales.
Este fundamento reconoce que, si bien todos los países tienen la obligación de actuar, el tipo de acción dependerá de sus circunstancias nacionales. Bastión clave del mundo en desarrollo para exigir lo que muchos consideran una simple y evidente justicia, esa mayor responsabilidad diferenciada se traduce en transferencia de tecnología y capacidades y en la movilización del corazón de la disputa entre ambos mundos: financiamiento.

Show me the money

Unos 29 billones de dólares sumó la deuda pública de los países en desarrollo en 2023. La constante tendencia a enfrentar costos crecientes de la deuda externa les obstaculiza su propio desarrollo. De hecho, 3.300 millones de personas viven en países que gastan más en el pago de intereses que en educación o salud (8).

La acción climática no es la excepción. En los países emergentes y en desarrollo, exceptuando China, los pagos de intereses de deuda superan las inversiones climáticas, dejándolos atrás en la carrera por reducir las emisiones y adaptarse a los impactos. Mientras tanto, el cambio climático intensifica las vulnerabilidades ya existentes: una comunidad sin acceso a electricidad y agua potable tendrá más dificultades para enfrentar una ola de calor. E inexorablemente, la acción climática supone algo: dinero. Para cumplir sus compromisos climáticos, América Latina y el Caribe necesitará una inversión anual de entre 215.000 y 284.000 millones de dólares hasta 2030. Eso es el 3,7% y 4,9% del PIB regional (9).

En 2009 los países desarrollados se comprometieron a movilizar 100 mil millones de dólares anuales para 2020 a los países en desarrollo. Con el Acuerdo de París, renovaron el compromiso a 2025. La primera meta se cumplió con dos años de retraso en 2022, dejando aún a la espera el dinero anual siguiente (10).

A fines del 2024 se definieron las características para una nueva meta, que dejó un sabor amargo para los países desarrollados: a partir de 2026 y hacia 2035, movilizarían 300 mil millones de dólares anuales. Una cifra que, de todos modos, está muy lejos de lo necesario, pero dada la retirada del Acuerdo de París que Estados Unidos iniciará en enero del próximo año —y, por ende, de su aporte de dinero—, terminó siendo un “tómalo o déjalo” para los países en desarrollo.

Mientras los países africanos y los insulares negocian como bloques bien consolidados defendiendo posiciones comunes, América Latina expone su vulnerabilidad al no hacerlo. En la última década, los países en desarrollo supieron mantener un frente común de negociación en 2022, logrando su propósito: el establecimiento de un fondo exclusivo para pérdidas y daños.

Pero incluso ello fue muestra de la desigualdad imperante. Las pérdidas y los daños son el tercer eslabón de la acción climática, producto de no haber reducido lo suficiente las emisiones y no haberse preparado bien ante los impactos climáticos. Pedir un financiamiento exclusivo para lo que queda post huracán o sequía es reflejo de una arquitectura con más fallas que aciertos. Aun así, el Estados Unidos de Biden aportó apenas 17,5 millones de dólares para este fin, los cuales, tras la retirada con Trump, tienen un futuro incierto.

Por fuera del Acuerdo de París, la situación no es muy diferente. El voto de las decisiones que se toman en organismos como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial está en manos de un pequeño número de países ricos.

Para los países en desarrollo, todo esto es argumento suficiente para reclamar una acción climática justa. Pero también es utilizado por algunos como excusa para continuar con el business as usual en nombre del “desarrollo que ellos no lograron alcanzar” o para promover “el gas de la transición”. Peor aun, aquellos que como Javier Milei en Argentina niegan la ciencia climática y critican la agenda global de desarrollo, siguen pidiendo dinero para eso mismo que niegan y critican.

La crisis climática ya no da más margen de tiempo. Cada país debe discutir seriamente su modelo de desarrollo dentro de los límites planetarios y basados en ciencia, no en creencias ni intereses en conflicto.

Una oportunidad… ¿para qué?

Del financiamiento climático movilizado en 2022, el 60% fue en forma de préstamo. Países en desarrollo ya endeudados se están endeudando incluso más en nombre de la acción climática. En la misma línea, un 60% del dinero movilizado fue para políticas de mitigación y un 32% para adaptarse a los impactos ya presentes. Las debilidades de la arquitectura financiera internacional perpetúan la condición de desigualdad y dependencia del mundo en desarrollo. Algo que pareciera no incomodar a todos.

“Algunos se oponen a la idea de que los países ricos deberían ser los primeros [en alcanzar la neutralidad en carbono] ‘¿Por qué hemos de pagar el pato nosotros?’”, dice el multimillonario Bill Gates en su libro Cómo evitar un desastre climático. Y argumenta: “No es simplemente porque hemos causado gran parte del problema (aunque es cierto), sino también porque representa una magnífica oportunidad económica: los países que funden con éxito empresas e industrias neutras en carbono serán los que lideren la economía global en las próximas décadas” (11).

La acción climática es una oportunidad de negocio, pero ¿se están beneficiando todos de ello o se promueve bajo los mismos principios de la era colonial y el capitalismo extremo más desigual? ¿El litio que se extraerá del Norte argentino en nombre de la transición energética será aprovechado en la economía interna o se irá a otros países a los cuales Argentina les terminará comprando baterías hechas con el litio de su propio territorio? ¿Y todo eso se hará teniendo en cuenta la voz y voto de las comunidades originarias locales o ignorando sus derechos?
Transparencia en los flujos de dinero, adaptación de la agenda verde a las necesidades locales y participación de las comunidades en el territorio en las decisiones son tres de las claves que deben diferenciar las transiciones en el Sur global. La acción climática es la oportunidad para cambiar un modo de producción y consumo en el que hemos basado un desarrollo en detrimento del único lugar que tenemos para vivir y a costa de los que menos contribuyeron al deterioro climático.

La acción climática sólo será exitosa si es justa. Y el primer paso es aceptar la evidencia científica de la responsabilidad humana en el problema.

1. Organización Meteorológica Mundial, 2025. https://wmo.int/publication-series/state-of-global-climate-2024
2. Lina Adil, David Eckstein, Vera Künzel, Laura Schäfer, Climate Risk Index 2025 – Who suffers most from extreme weather events?, Germanwatch, 2025.
3. Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, Cambio climático. Bases físicas, IPCC, 2021.
4. https://www.carbonbrief.org/analysis-which-countries-are-historically-responsible-for-climate-change/
5. https://www.carbonbrief.org/revealed-how-colonial-rule-radically-shifts-historical-responsibility-for-climate-change/
6. Jason Hickel, Less is More. How Degrowth Will Save the World, Penguin Random House, 2020.
7. Jason Hickel, Who is responsible for climate breakdown? An equality-based attribution approach to carbon dioxide emissions in excess of the planetary boundary, Lancet Planetary Health, 2020.
8. Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, A World of Debt, 2024.
9. Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Necesidades de financiamiento y objetivos climáticos en América Latina y el Caribe, 2024.
10. Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Climate finance provided and mobilised by developed countries in 2013-2022, 2024.
11. Bill Gates, Cómo evitar un desastre climático, Penguin Random House, 2021.

*Periodista especializada en cambio climático. 2024 Climate Explorer, Constructive Institute (Dinamarca).

* Periodista especializada en cambio climático. 2024 Climate Explorer, Constructive Institute (Dinamarca).

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